sábado, 11 de junio de 2016

Strudel Vienes "Apfelstrudel"

 “La diferencia entre lo ordinario y lo extraordinario radica simplemente en ese extra”

Apto para comer sin gluten
Comemos muchas, pero muchas veces fuera. Hoy por allí, cerca del lugar de trabajo, mañana por allá buscando un plato que nos haga sentir plenos, satisfecho sin temor a equivocarnos para no pagar las consabidas consecuencias gástricas que conlleva las guiznadas ajenas. Pero siempre, y eso hay que recalcarlo en MAYÚSCULAS, vamos a reclamar a los que ponen cualquier cosa, y lo presentan como celestial. Nos dejamos engañar, sí, claro, pero porque miramos más lo que se paga que lo que se come y entonces colocamos el cubierto en el lugar que corresponde y no dimitimos, que en tiempos convulsionados, donde comer mal es un buen negocio, sea ocurrencias de algunos que te cuentan que la merluza de pincho es Gallega y en realidad es una volanta congelada ó que el revuelto que te ostentan como divino, no es más que un mucho de todo reciclado con otra salsa para tapar gustos. Ni hablar ciertamente, de los filetes esos que se anuncian como carne excelente y no es más que vaca vieja, eso si llega a serlo. Claro está, que los que se dejan engañar, y saben que lo están haciendo, son mayoritariamente los cómplices de estos chupipandas advenedizos que dicen saber lo que no saben y conocer los secretos de la eterna cocina y sus disfrazados, y para colmo de males, e incontestable, no hacen más que querer inventar la pólvora que ya está más que descubierta y haciendo los estragos que hace en manos de unos descerebrados, van y vienen con el estandarte de consejeros de las buenas formas y profundo sabedores de la mesa y sus menús. Si a este despropósito, el sumamos que los políticos se tropiezan con su propia sombra, actúan a salto de mata y no dicen sino digo Diego y digo lo que me canta, y para coronación, la gasolina vuelve a las andadas. Ni les cuento el panorama que tenemos por delante. No es raro que cada día algo deje de funcionar ó que se vaya al garete por caduco, pero aún así, y a pesar de todo, ya es bastante desalentador que suene el despertador por la mañana y escuchar que otra cosa no va bien, y que la economía está hecha una caca. Y como esto es así, y es un hecho, entonces, que nada ni nadie, te impida disfrutar una buena ración de Strudel Vienés…..Dice la historia por allí que los muchachos del imperio Otomano ya estaban duchos en la cocina de este preparado que como postre dulce. Por aquel entonces, unos cuantos pasteleros cortesanos, buscaban la receta perfecta en la época de la gloria vaporosa del imperio austrohúngaro para una alternativa del postre Baklava. Con el tiempo se ha perfeccionado hasta el grado máximo de placer dulce con un buen café, ó un chocolate, pero el quid de la cuestión es el hojaldrado que nos tienta. El amasado de un pequeño bollo en manos expertas, sobre todo de la cocina antigua, puede llegar a límites tan finos que su grosor y textura se asemeja a un látex.
Este procedimiento tan particular y delicado ya se encuentra grabado en las cocinas de Topkapi desde los años 1400, poniendo de manifiesto una delicatesen de los sultanes. Como muchas páginas se han escrito al respecto, nos vamos directamente a la cocina y comenzamos nuestro resultado. El secreto más secreto de este postre, es el hojaldre. Podemos involucrarnos en un amasado largo y tedioso, ó podemos tener la masa ya elaborada. Diferencias, pues si, tiempo en hacerlo también, pero la finalidad es la misma, ó más ó menos parecida. Lo primero que realizaremos, será hacernos con buenas manzanas que después de peladas y cortadas en cubos pequeños, que pondremos en una olla con tres cucharadas de azúcar, una cucharada de mantequilla y un chorrito de vino blanco. No más de cuatro ó cinco, porque si no haremos muy gordo el relleno, Hay en algunas partes del norte de Italia y sur de Austria que ponen un buen chorro de ron en lugar de vino blanco. Ponemos también un puñado de uvas pasas y una pizca de canela, muy pequeña, para que no quede demasiado fuerte con este gusto. Dejamos que a fuego lento se haga una compota suave y poco densa. Mientras tanto amasamos el hojaldre en una superficie enharinada y estiramos la masa inicialmente con el rodillo y después, metiendo la mano por debajo y estirando hasta que prácticamente esté transparente. La tradición dice que hay que poder leer el periódico a través de la masa, pero tampoco hay que exagerar. Una vez estirada, la ponemos sobre un paño amplio de cocina enharinado que nos servirá después para enrollar el strudel. Si usamos harina normal, pondremos unos 300 gramos por cada 100 cc de agua, con una buena cucharada de aceite y un huevo con un pellizco de sal. Si usamos harina sin gluten, debemos tener en cuenta que le faltará el germen que hará la consistencia y elasticidad de la masa, por lo tanto debemos agregar una cucharada sopera de fermento natural ó levadura sin gluten. Sobre la masa volcamos el relleno y lo extendemos de forma uniforme y comenzamos a enrollar. Doblamos lo bordes y hacemos un repulgue para que no se nos escape el relleno. Pintamos con huevo y espolvoreamos bien con azúcar negro y ponemos en el horno a una temperatura de 180 grados por unos 35 a 40 minutos, según pinte el dorado que nos guste. Y qué decir cuando sale de horno, cuidado, no se quemen. Lo prueban, si, pero después de un ratito, porque quema y quema mucho y el relleno conserva por tiempo muy largo el calor. Llegados a este punto, nos sumergiremos en la exploración de esas realizaciones garabateadas en “il ricettario”, para encontrar los preparados y combinados que harán las delicias de quienes nos acompañan en el camino, y descubramos en el trayecto, que no quedan reseñas ni relatos por contar.

“El cocinero en casa”