Apto para
celíacos
“Un presupuesto nos dice en qué no podemos
invertir,
pero no nos impide hacerlo.”
Hoy vamos a preparar una salsa mítica que
está en todas las mesas de cada casa que hay niños, bueno, y en la que no los
hay, también. Es un antojo, un gusto, un toque diferente que le damos a cada
plato y sobre todo predilecta con patatas fritas y una suculenta y jugosa hamburguesa.
Pero ¿cuántos saben que esta salsa no es de origen americano, ni siquiera
inglés a pesar de que es allí dónde se encuentran los mejores resultados de
este capricho?. Dice la historia por allí, que es origen Chino, una mezcla de
jugos de principio indefinido que acompañaba al pescado y que la llamaban
Ke-chiap. Si bien es cierto, que los ingleses hacían uso de esta salsa con
tomate en su noble Albión, después de importar el tomate de Malasia, es también
cierto que el tomate estaba separado y lo mezclaban en el plato. De
acuerdo con algunos escritos encontrados en el Brithish Museum de Londres, el
tomate redondo descubierto recientemente, se comenzó a cultivar en las tierras
inglesas después de 1590. Uno de los impulsores para el consumo de esta fruta,
fue John Gerard, un peluquero-cirujano adicto al gusto del recién conocido
tomate por su ya afición al tomate cherry que se importaba de tierras
orientales. El libro titulado Hierbas, de Gerard, publicado en 1597, fue en
gran medida un rincón de conocimiento botánico. Plagiado, mal entendido y hasta
desechado en ocasiones, es también, una de las referencias más antiguas del
tomate en Inglaterra. Gerard supo
que el tomate se consumía tanto en España como en Italia, sin embargo, no
provenía de las tierras orientales tales como el otro. Los puntos de vista de
Gerard eran influyentes para la época, y el tomate se consideró no apto para
ser consumido durante muchos años en Gran Bretaña y sus colonias
norteamericanas, y eso porque siempre están detrás de todos los acontecimientos
los grandes depredadores y ambiciosos poderes económicos. Sin embargo, en el siglo
XVIII el tomate se consumía de forma intensa en Gran Bretaña, y antes del fin
de ese siglo, la escritura que se
realizaba en el libro que hoy se conoce como Enciclopedia Británica, indicaba
que el tomate era un alimento de uso diario en sopas, caldos y aderezos. Los
tomates se conocieron originalmente como “manzanas de oro”, posiblemente basado
en un inadecuada traducción del nombre italiano pomo d`oro, manzana dorada ya que en un comienzo los cultivos eran de
color amarillo pálido. Sabemos también porqué los italianos llaman
pomodoro al tomate.
Los americanos, claro está, descendientes
de los ingleses, se espabilaron antes y lo mezclaron todo en el mismo
recipiente, y hoy nos encontramos con una gran cantidad de variantes, pero una
sola como la auténtica salsa Kétchup, la que se elabora a base de tomate con
especias y un toque dulzón característico. Nos vamos, entonces a la cocina, y nos
ponemos a preparar una salsa de ensueño, sin preocuparnos por esos conservantes
químicos que se le suele poner a todo experimento industrial para su larga
conservación. En una olla vamos a poner un par de cebollas muy bien cortadas y
picadas, a sofreír con un chorrito de aceite. En este punto dejo a elección
quién quiera usar aceite de oliva, que dará un gusto más pronunciado al
preparado, y los que quieran usar aceites neutros que rescatarán un mayor sabor
del tomate. Rehogamos muy bien y agregamos tomate. A ver, el que quiera usar
tomate natural, tendrá que pelar, cortar y picar muy fino y agregar al sofrito más
ó menos un kilo, el que tenga prisa por poner esta salsa en la hamburguesa que
se quema en la plancha, si no queremos tomarnos el trabajo de pelar, cortar y
triturar tomate natural, pondrá un bote de tomate triturado de un kilo, en el
mismo sofrito. Cada uno elegirá lo que más le apetezca. Bueno llegados al punto
en que tenemos el tomate con la cebolla, le agregamos dos cucharadas de
vinagre. El vinagre es fundamental junto con el edulcorante. Si queremos
preparar la salsa original, el vinagre debe ser a todas luces un vinagre de
alcohol, no nos sirve un vinagre de vino, ni un vinagre balsámico, que nos
darían un sabor un tanto diferente a la preparación. Al igual que el
edulcorante, debemos usar azúcar rubio de caña ó melaza en una proporción de
dos cucharas por kilo de tomate. Dejamos que reduzca a fuego bajo por unos 15
minutos, removiendo de vez en cuando, y le añadimos una pizca de sal, una pizca
de pimienta, una cucharita de canela, un clavo y seguimos a fuego bajo, por
otros 40 minutos más ó menos. Se tendrá que conseguir una pasta aterciopelada,
densa, trabada y muy roja que nos mostrará el principio del resultado. Ponemos
la salsa en una licuadora y trituramos muy bien antes de pasar el preparado a
un bote de cristal. Llegamos ahora a la parte delicada del proceso. El frasco
de cristal debe estar pasteurizado de cualquiera de las dos formas que quieran
hacerlo. Bien lo ponemos a hervir durante unos diez a quince minutos en agua
hirviendo ó lo ponemos dentro del micro ondas en una potencia de 950 MHz
durante cinco minutos. De cualquiera de las dos formas que se realice, se debe
cerrar el frasco con el contenido en caliente. Se puede conservar en la nevera
de la misma forma que cualquier producto
pasteurizado. Llegados a este punto, tenemos la satisfacción de la empresa bien
terminada y el reconocimiento de los que serán agasajados con esta deliciosa
salsa, y sobre todo con la garantía de haber hecho feliz a más de uno con el
gusto, y eso no tiene precio…..Aaaaahhhh,…y no se olviden de sacar la
hamburguesa de la plancha.
“El cocinero en casa”
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