“El
sexo es como cocinar, cualquiera puede hacerlo, pero no todos lo hacen exquisito”
Apto para celíacos
Hay platos en los que me regocijo, otros con los que me
transporto a un espacio más allá, pero con algunos muy pocos, me siento indefenso
ante tanta delicia. Detengo el tiempo y me embriago perdiendo la noción del
grado y el estado. La cocina de Giuliano Franccelli, emana una calidez con
aroma mágica, que embelese al más pintado, aunque intente poner resistencia
desde el principio. Todo en ella resume antiguas formas, los calderos, las
mesadas, los hornos, las planchas, un acabado que está impoluto aunque lleva en
uso muchos, pero muchos años de guisados. Y para el agasajo, en una batea de hierro
fundido, una de las que hace inmenso tiempo que no veía una, se disponen una
suerte de verduras de huerta como fondo, con una copiosa cucharada de
mantequilla de cabra. La pinta del stinco ya dice bastante desde el crudo, se
ve fresco, tan fresco que aún no ha llegado el frío a su interior. La pieza está
dispuesta sobre este colchón de verduras entre las que podemos contar unas
cebollas cortadas en trozos grandes, unas zanahorias en rodajones, unos tallos
de apio partidas al medio, unas ramitas de tomillo de la huerta del fondo, unos
dientes de ajo enteros, pero machacados, una cantidad de setas abundantes, una
buena botella de caldo tinto, y sobre la carne, una generosa mezcla de sal y
pimienta recién molida, más bien tirando a pimienta partida en un granulado
grueso. Un chorrito de mantequilla derretida por encima de la pieza y al horno
de leña por espacio de un largo y entretenido momento, que se hace eterno
cuando sentimos el aroma que despide el guisado. Entre leña y fogón, charla de
bueyes perdidos, queso y chorizo con una copa de Lambrusco Mantovano, nos
sentamos a preparar el gustillo para lo que se aproxima.
Nada defrauda a la
cocina creada con el deje por la auténtica manera de las cosas sin inventos.
Desde luego puedo asegurar que la apariencia es espectacular, pero el gusto es
infinitamente superior a cualquier visión. La prueba, ni les cuento, clama
presencia el fetiche del la inquisición. Llegados a este punto, no quedarán
más que los huesos de lo que hemos disfrutado y nos colaremos en la exploración
de esas ejecuciones garabateadas en “il ricettario”, para que con
los preparados y combinados que harán las delicias de quienes nos acompañan en
el camino, entremos en un trayecto en el que no queden reseñas ni relatos por
contar, y el resultado sea para que la parte final del itinerario nos implique
solo en regocijarnos con desenlaces memorable.
“El cocinero en casa”