“Un
olor, un color, un plato, pueden transportarnos a cualquier sitio memorable”
Apto para celíacos
Ya acertado el destino, nos vamos a probar unas exquisitas
chuletas de cordero en varios sitios diferentes con parecidas presentaciones de
este plato, pero con el fundamento de saber que hacen lo que se deben, como
deben. Luego volveremos a nuestra cocina para elaborar, lo que será sin duda,
una de las mejores satisfacciones para nuestros comensales.
Carne noble, se la mire por donde se la mire, el cordero domina
bien la revelación en elaboraciones de olla, guisada, rebozada, empanada, a la plancha,
asada en horno, a la estaca con leña y hasta frita, ni hablar de un buen
jarrete al barro con su verdura de huerta. La carne de cordero es una de las
mejores opciones suculentas que podemos presentar hasta en un elegante y
sofisticado banquete. Dice la historia que el cordero se consumía regularmente
por las tribus nómadas que vagaban por las tierras áridas del mundo en aquel
lejano periodo en que se hacían sacrificios como creencia de prosperidad. Los
escritos sumerios y asirios dan prueba fehaciente de que mucho antes de que se creyera
que los corderos negros eran divinidades de los malos vientos, la mansedumbre y
docilidad del animal era considera un símbolo de pureza y virtud y lo manifestaban
de esa grafía en los grabados y esculpidos. Las religiones, droga infalible esgrimida por
los amos del engaño y tóxica en el trastorno de la mente, manipulada e inducida
por los herejes del juicio y la razón, que han inculcado barbaries y desatinos
con el sacrificio deplorable de sentido, han atribuido al sustituto del hombre
en la expiación, y han dispuesto, en su egoísta privilegio, caminos de espinas
donde había llanos sin esquinas. La historia está llena de escritos, garabatos
y acertijos donde se pueden encontrar referencias a la sagrada carne del
cordero ofrecida a tal ó cual dios, pero en ninguna parte podemos leer ó ha
quedado crónica de la verdad de esta consecuencia. Y será por eso, que se han
construido intangibles puentes en esos grandes desiertos del oscurantismo que
llegan ó intenta llegar hasta donde alcanzamos hoy, aunque hay algunos muchos,
que aún se resisten a dar cuenta de la verdad que los rodea, y continúan
viviendo en la bestialidad más oscura y profunda. Pero bueno, sea como sea, y
cada uno con la tribu que los llena y con su cacique sin garzota, descubrimos
un recorrido por las tierras de los Celtas, hasta que se las agenciaron los
romanos y las llamaron Galas, para mojar pan en una región de cría lanar, no
por cantidad, sino por calidad envidiada por el mundo.
Pues en algunos de esos lugares de la antigua tierra Gala, que
cruzando aguas muy frías se llega a Britania, hemos podido disfrutar unos exquisitos
platos de chuletas con fundamento medido por la vieja cocina tradicional cedida
de mano en mano desde antes hasta ahora, y aunque en diferentes presentaciones,
todos coincidieron en la misma forma de preparación, a la parrilla en su punto y
doradas con ascuas de leña.
“Sheridan” nos presentó la chuleta con adobo de romero y un
plato con guarnición de habas en vaina y tomates asados, para chuparse los
dedos.
“Ramsden”, ostentó el
plato solo con aderezo de limón y aroma de romero. Un gusto muy conceptual y distinguido.
“Barrows & Bay”, nos enseño que las chuletas pueden ir
acompañadas de verduras al vapor y no pierden sentido y
“Arnold`s Grill” se lució con un plato lleno de contrastes al
presentar las chuletas con un mousse de batatas dulces y unas setas al borgoña. Delicioso y diferente.
Visto los antecedentes, nuestra cocina no podía ser menos y
después de un tiempo a la parrilla como dice protocolo y alegato de buena
forma, para que el punto sea el óptimo y deseado al paladar,
acompañamos las
chuletas con una ensalada fresca de la huerta que no deja lugar a dudas sobre
la causa y razón por la que hoy nos deleitamos.
Y llegados a este punto, nos sumergiremos en la exploración de esas
ejecuciones garabateadas en “il ricettario”, para que con
los preparados y combinados que harán las delicias de quienes nos acompañan en
el camino, descubramos dando una vuelta, en una de las cocina de la Lumbardèa, un
jarrete de cordero, stinco di agnello, elaborado con esa condición antigua, que
han conseguido conservar hasta estos días, y que no ha sido superada de ninguna
forma. Entonces, entremos en un trayecto en el que no queden reseñas ni relatos
por contar, y el resultado sea para que la parte final del itinerario nos
implique solo en regocijarnos con desenlaces memorable.
“El cocinero en casa”
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