“Un brindis por los que sabemos la verdad y
queremos
ver hasta dónde llega el delirio”
Apto para celíacos
Tutto il tempo è lo stesso, è sempre un grande piacere tornare a Sicilia, e se
la società è quello di farvi perdere il tempo, per non parlare dei risultati
che si possono trovare, è una meraviglia. In realtà oggi vedremo una cucina che
produce la pasta alla vecchia maniera y en nuestra cocina hoy vamos a amasar
pasta de la buena. Nos ponemos prestos
a lograr un resultado que nos va a quedar en la memoria, mucho más allá de un
momento de entusiasmo.
En un bowl,
resolvemos harina sin gluten. Podemos usar harina de arroz ó harina de fécula,
en un cuarto kilo, y le agregamos un pellizco de sal junto con un pellizco de
pimienta blanca. Rompemos tres huevos y comenzamos a mezclar con cuidado porque
será un pelín complicado en un principio que amalgamemos los ingredientes. Le
vamos incorporando agua a medida que le haga falta hasta conseguir una masa
homogénea y blanda.
No la estiramos aún y la envolvemos en papel film por
espacio de una media hora en un lugar templado. Este es el secreto para que la
podamos amasar sin que se nos rompa. Hay algunas cocinas que le agregan una
suerte de almidón de mandioca que se disuelve en agua templada hasta conseguir
una especie de baba elástica que es para darle flexibilidad a la masa, pero si
hacemos bien el amasado con huevo, esta incorporación no es necesaria. Este soporte
nos va a servir como base para todas las pastas que se nos atoje realizar, sin
tener conflicto con las pastas regulares, porque les puedo asegurar, que el logro,
es un gusto exquisito. Si no tienen problemas de lactosa, se le puede
incorporar a la masa tres cucharadas soperas de leche en polvo, y conseguirán
una masa aún más sofisticada. Mientras dejamos en reposo la masa vamos preparando
el relleno de los ravioli. Hervimos las acelgas que hemos limpiado con cuidad y
a las que hemos quitado los tallos gruesos y en una sartén honda ponemos una
cucharada de mantequilla y un chorrito de aceite. Picamos muy bien una cebolla
y la rehogamos en este graso caliente. Le sumamos una pechuga de pollo cortada
en cubitos pequeños y dejamos que se cocine por unos minutos. Una vez cocinado
el asunto, verdura y pollo, pasamos la consecuencia por una molienda muy fina
para llegar a una pasta similar a una farsa, en este caso, de pollo con
verduras. Aunque tengo a mí alrededor, unos pequeñajos fanáticos e inquisidores
por el gusto y preferencia de la verdura con queso ricotta, voy a hacer caso
omiso a su reclamo y seguimos con la pauta inicial.
Condimentamos con una pizca de sal, una
molienda de nuez moscada y una pizca de pimienta, y tenemos listo el relleno que
pondremos dentro de la pasta. Podemos incorporar, si nos hace tilín, y queremos
dar un toque de sofisticado al resultado, una cucharilla de mostaza mezclada
con dos cucharadas de queso crema. Una opción muy acertada que tuve la
oportunidad de probar en la trattoria di
Lucca Montilano con unos ravioli de pasta ai pomodori. Para esta pasta, no hay
más que agregar en el amasado, un buen cucharón de caldo de tomate.
Dejamos
reposar los ravioli mientras preparamos il brodo di verdure, el caldo de
verduras. En una olla honda ponemos a hervir unas cebollas, un par de pimientos,
uno verde y otro rojo, un puerro, unas zanahorias, unas patatas, unos dientes
de ajo machacados, unas ramas de apio, un atado de perejil, unos tomates
maduros y pelados, un buen puñado de garbanzos y un par de hojas de laurel. Después
de una hora de hervido a fuego suave, colamos y exprimimos las verduras del
caldo en un chino fino y obtenemos el sustancioso y suculento contrafuerte de
los ravioli. Sin un buen caldo, no hay resultado con fundamento. Ponemos en una
olla la cantidad suficiente como para que cubra con gracia la pasta y dejamos
unos minutos que se cocine. Hay que tener en cuenta que la pasta casera es
mucho menos ligera que la industrial y la cocción tarda un tiempo más en
cocinarse. En este caso con unos ocho a doce minutos está terminada y al dente.
Servimos a gusto y cubrimos con queso rallado para disfrutar una delicia.
Llegados a este punto, no quedará más que colarnos en la exploración de
esas ejecuciones garabateadas en “il ricettario”, para que con
los preparados y combinados descubramos las delicias con quienes nos acompañan
en el camino, y entremos en un trayecto en el que no queden reseñas ni relatos
por contar, para que la parte final del itinerario nos implique solo en
regocijarnos con desenlaces memorable.
“El cocinero en casa”
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