Hoy…..
Sin pelos en la lengua.
“A veces la
grandeza sencillamente no existe si no se le da pequeño empujoncito”
Puffffff……pufffff…..cómo pasa el tiempo y sin darnos
cuenta…!!!!!!!.
Ya ha pasado un año desde la última publicación y entre camino y
sendero, arriba y abajo entrada y salida de muchos sitios, que para qué contar
sus entresijos si son una quimera, vuelvo con otro bagaje diferente al que
dejé, pero mucho más filoso y picante, y no me refiero ni a cuchillos de cocina
ni a condimentos para guisos.
“La pasión
por un trabajo, determina que vivas con ilusión permanente”
El entusiasmo no se aprende, se vive y se disfruta y como me
gusta mucho eso de que “tutte le cose belle della vita si
concentrano su qualcosa di formato piccolo e non si vedano con gli occhi si
sentano con il cuore,” hoy estoy de vuelta después de mucho tiempo en perseguir
un sueño que no llega, pero que me ha dejado cargar un cubo muuuuy grande de
picas y puntas como estiletes afilados y posteriormente de haber descubierto en
cada paso de este tiempo pasado que la confianza, único motivo y razón para
cuidar cada uno del otro en todo momento y siempre, está roto en forma y
sentido; Voy a volver la vista a buscar esas pequeñas cosas que habrá por ahí y
seguramente más fiables que tanta utopía y tanta filosofía, que no sirve nada
más que para perder tiempo.
“La
cocina del circo”
Con un
hondo abatimiento y con una extensa y equilibrada experiencia adquirida después
de haber invadido con muy buen pie, unas cuantas “cocinitas”, de aquí y de allá,
y después de haber pasado por unos cuantos puestos directivos, en unos cuantos
“hotelitos”, en varios continentes, hoy digo adiós a una etapa muy larga que
llega abruptamente por la soledad de quienes pensaba más cercanos y que no me
trasmiten más ilusión, voy a dejar colgado el mandil y meter los cuchillos en
un cajón para cerrar una período más en mi vida.
“Para
qué sirve soñar, cuando los sueños son imposibles”
Los agradecimientos, los
reconocimientos y las titulaciones quedan escritos y enmarcados en las paredes
de los pasillos a la vista de todos.
Desde siempre, he estado escuchando en el círculo empresario de
la familia, que era mucho más seguro fiarse de alguien que tiene experiencia
que de alguien con estudios, mientras uno tiene vivido lo que hace y lo cuenta,
el otro solo teoriza por querer y tener esa experiencia. Es como pretender quitarse el
hambre leyendo el menú. La experiencia no se compra ni se estudia, ni se
traspasa ni se regala, se adquiere existiendo en el trascurso de una vida con
paso acertado ó equivocado por todas esas circunstancias que solo se pueden
vivir como propias en primera persona, porque la experiencia ajena, es
teoría. Lo que vamos sabiendo a medida
que pasamos por el tiempo no nos transforma ni nos cambia, el tiempo, nos hace
ver con sentido y caminar por calles diferentes, es una noción ó
habilidad derivados de la observación, de la vivencia de un acontecimiento ó
proveniente de las cosas que nos van ocurriendo a lo largo del paso de nuestra
vida.
“La
cubierta de un libro no hace el contenido”
Dice la historia, la escrita y la que no también, que la
experiencia se enfila con la significación de haber ejercitado, por lo tanto y
por lo referente a esto, todos coincidiremos que la experiencia en nuestras
estructuras de empresas, es uno de los activos más importantes a tener en
cuenta para gestionar y llevar a cabo con éxito nuestros proyectos. Acarreo en
mi maleta de viaje, y ésta lleva conmigo unos cuantos añitos, vamos, muchos más
años de los que ya me están gustando, algunos y muchos preceptos que son
efectivamente un estandarte en mi vida y trabajo, pero ninguno como la
idoneidad para hacer algo y experiencia para resolver temas. He tenido la
fortuna de compartir y ver caminar a mi lado, en los primeros puestos de
responsabilidad por lo que he pasado, a personas que tenían una gran
experiencia, pero de títulos, nada, y los he admirado y respetado por su saber
y sobre todo por su capacidad para resoluciones de cuestiones, vamos, con esas
palabras magníficas y deslumbrantes que a esta altura de mi vida me parecen que
son insuperable para los que tenemos una experiencia, en añitos de caminar por
varias rutas y siempre diferentes, que es “hacer con idoneidad”. Veía en
ellos como aportaban soluciones desiguales, resolvían problemas que otros no
eran capaces de resolver, eran escuchados, eran atendidos, se les hacía caso.
Recuerdo casi con vergüenza mis primeros tiempos en mi primer trabajo en una
gran cocina, en el sur de Inglaterra, cuando me creía muy listo y capaz de todo
por el solo hecho de tener una titulación, era un parvulito con título de Chef,
que…... aaahahahajajajaja, no sabía nada. Desde luego duele no saber nada creyendo
que sabes todo. Los golpes y desazones se van aprendiendo a esquivar con el
tiempo, y el conocimiento, se aprende en la vida misma. Como alguien dijo una
vez en las letras de la historia, y reto a mis más ilustres lectores a que me
digan qué pensador fue el primero en hacerlo, “Cuanto más sabio eres, más
humilde te vuelves porque adquieres conciencia de todo el océano de conocimiento
del que careces”, sabía más que nadie lo que se hacía con esta premisa. Conforme
avanzas en tu vida, y mientras estas metido en el mundo laboral, empiezas a
sentir la agradable sensación de que eres una de esas personas que sabes que
está haciendo, y que otros sienten hacia ti lo mismo que sentías hacia ellos,
oyes en reiteradas ocasiones la frase en cuestión, “la experiencia es un grado”
e incluso la utilizas como argumento de tu imagen y persona, porque le da solidez
a lo que te estás trasformando.
De modo que mientras en algunas culturas, que dicho sea de paso,
muuuucho más avanzadas, en todo más que la nuestra, se venera a los “veteranos”
hasta el extremo de incluirlos en el resultado sin ser un obstáculo para el progreso,
en la cultura occidental y en algunos ámbitos, en los que no voy a entrar al
trapo para no encender las calamidades en las que están viviendo aunque
aparenten normalidad, se ha pasado más bien al extremo contrario.
“Lo importante son las ideas más allá de
las formas”
Soy muy amigo de los refranes y uno de mis favoritos es el que
dice, “sabe más el diablo por viejo que por diablo”, y como “la
experiencia es un grado”, voy a dedicar estas letras a hacer un encendido
elogio de la veteranía de los que sabemos lo que sabemos y esperamos a ver el
descalabro. Pero cuidado, que luego no llamen y sea tarde para arreglar el
pifostio.
Para empezar este nuevo ciclo, y dejando atrás,…….puffff unas cuantas
anécdotas y un tiempo en el que han pasado muchas cosas, unas se han ganado y otras muchas se han
perdido, en el que muchos dijeron que iban a ser y no han sido nada, los que iban a llamar no llamaron, los que iban a estar nunca aparecieron y en el
que estuvieron y están los de siempre con su donde “dije digo, dije diego” y
los bocazas transformistas de realidades camparon a sus anchas porque el mundo
los tolera, me voy una última vez a la cocina antes de meter pluma y letra a un
ciclo de articulado que a no todos le va a gusta, pero como a mi pling,… el que
quiera leer que lea y el que no, que cambie el canal.
Entonces, a lo dicho, y el primer paso es dejar el plato
terminado, después, al ruedo.
La “bagna càuda” es preparar
una exquisita y a la vez sencilla pero suculenta combinación de sabores que nos
llena de éxtasis. Un plato que dice la
historia es el preparado para celebrar y compartir, y para despedir y cerrar un
capítulo, se lo agrego yo a los calificativos. Para empezar determinaremos que
el preparado que haremos hoy es una de las versiones del sur de Italia, cuna de
la buena cocina de guisos, cerca da Napoli, la que lleva crema. Entonces, con
una cabeza de ajos, medio vaso de aceite, una buena cantidad de anchoas, y éstas
van a ser unos 150 gramos, junto con una cucharada de mantequilla y unos 300 cc
de nata fresca con una punta de pimienta y una pizca de sal, descubriremos la
crema en un cuenco de barro forjado y a fuego lento, para que obtengamos un
resultado exquisito. Ojo con la sal, las anchoas tiene suficiente, pero para
gusto, los colores. Ponemos las verduras que vamos a llevar a mesa, y van a ser
la cantidad y variedad que se nos ocurra para el preparado, limpias y cortadas
en tallos no muy grandes en una olla a blanquear. No se tienen que cocinar
mucho, el punto debe ser firme y consistente.
Sabremos que podemos poner, coliflor, nabos, patatas,
zanahorias, apio, alcachofas, cardo, pimiento rojo, pimiento verde, coles de
Bruselas, brócoli, remolacha, endivias, hinojo y todo lo que se encuentre en
huerta. Por otro lado, en la cazuela de barro, ponemos los dientes de ajo
machacados con el aceite y sofreímos hasta que doren, y en ese momento, le
incorporamos las anchoas para que se desmenucen y quede una papilla.
Seguidamente le agregamos la mantequilla y la nata junto con la punta de
pimienta y dejamos reducir a fuego muy suave por unos veinte a veinticinco
minutos. Llevamos a la mesa el invento y nos disfrutamos este preparado que
para el que no lo conoce es lo más parecido a una fondeu. Llegados a este
punto, nos sumergiremos en la exploración de esas realizaciones garabateadas en
“il ricettario”, para encontrar los preparados y combinados que harán las
delicias de quienes nos acompañan en el camino, y descubramos en el trayecto,
que nos quedan reseñas y relatos por contar.
Carlos Santos Falcone
Bachelor of Business Administration
International
Tourism
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