“A
veces un simple gesto significa
más que muchas palabras”
más que muchas palabras”
Receta apta sin gluten
Camino por una de esas
callejuelas del barrio de San Telmo, que no termino de encontrar y voy a los
trompicones en busca de refugio en las ochavas resguardándome del viento gélido y aunque aquí no hay grajos igualmente hace un frío del carajo y además revuelto.
Ha sido un día gris, impasible y húmedo, gente envuelta en
bufanda con paso apresurado con la mirada fija en el suelo para no resbalar.
En
el silencio de la tarde ya casi noche, por una de esas ventanas entreabierta,
no mucho por el frío, pero necesario para respirar aire fresco, se escucha el
lánguido sonido del bandoneón de alguno que se atrinchera en el recuerdo
nostálgico de la época dorada del tango. Me distrae y me dejo llevar a los años
del tranvía que ya no pasará por más que lo espere ávido de encuentro y al baile
atrevido y descarado cantado en los garitos de la noche porteña por aquel
morocho del abasto que hizo historia con su voz, Carlos Gardel.
Un bofetón de
viento frío me vuelve a la realidad para seguir los intrincados callejones
empedrados y de aceras estrechas que por fin me deslizan hasta la cocina de
Manuela Rosas Guzmán, de la que dicen por allí las lenguas que la conocen, que
tiene sangre mitad de los Tehuelches y otra criolla y que los suyos, los de
antes, han pasado por unas cuantas idas y venidas en las revueltas de la
intrincada historia de una tierra que fue colonia de una corona que no supo
valorar la riqueza de lo tuvo hasta que la perdió. Me cuenta entre susurros que
le parece que no pasa el tiempo aunque por sus huesos se queje de tener mucho
tiempo en la cocina.
Ya es bastante tarde y casi muy de noche y me relata que desde
temprano ha puesto unas cuantas papas, una batata dulce que no es boniato,
zanahorias, zapallo de campo, es la calabaza amarilla para entendernos, porotos
blancos que puso en remojo el día anterior, vamos las judías blancas de siempre
y en algunos fogones garbanzos, mucho choclo, ó sea, mazorca, unos chorizos de
pueblo, esos que se conservan en el almacén y no se sacan a menos que sea muy
necesario y fundamental la ocasión, una tira gruesa de panceta, unos cuartos de
gallina vieja, dos ó tres ossobucos y un buen trozo de “puchero”. El puchero,
como plato en sí terminado, es sin andar con vueltas, el cocido de toda la vida
que hacían en el Madrid de los Lhardy, en aquellas buenas cocinas que
escuchaban a los aguadores por las calles y con el principio de la música de
zarzuela para placer de los sentidos. Lo de ahora, bueno, hay que buscar mucho
una cocina que no sea una mezcla de todo un poco que tratan de imitar con
menjunjes y condimentos que no dan la talla ni para empezar. El corte de carne
con hueso que da nombre a este plato que hace las delicias de una buena mesa en
estos días de frío, no es más que la falda. Carne con su ternilla bien de grasa
y consistente en sabor. Por la sentencia de revuelto, bueno, acertadas,
encontradas, adversarias ó no, quienes están haciendo gobierno en estos momentos
la van capeando a salto de mata para disgusto de muchos y encanto de muy pocos.
En mis dos tierras de sangre cada una con lo suyo, en mi bota italiana un azote
de infortunio a la serenidad está garantizado, y aunque la fumata bianca estaba
pronosticando sosiego en el campo, pues nada, un advenedizo sin las lides y las
heridas de la experiencia se hará cargo de varios asuntos, con mucho coraje, ímpetu y ….puf….puf….y en mi España
un inspirado golpista con todas las luces de las leyes apagadas, ayudado por
otros tantos renegados de los que dicen cualquier cosa y hacen lo contrario de
todo por el solo hecho de ser populares, ha cogido el bastón de mando del que
no se suelta ni con agua caliente y está desmadrando todo lo que tanto ha
costado conseguir para salir del pozo. Mientras tanto, por aquí, sin ir muy
lejos, las determinaciones del que manda tiene revuelto el gallinero y el
descontento por los asuntos de estado se notan en cada esquina y en cada
conversación.
“La vida
no consiste en cuanto tienes,
sino en qué haces con lo que tienes”
Pero volviendo nosotros a nuestro pote y
metiendo buena mano de conocedores en el asunto y sí con unas cuanta heridas de
guerra, esas marcar de fogón que nos han quedado como recuerdo, encontramos que
no todas las carnes se pueden usar para el puchero, por eso hay cortes que se
fueron coligando con esta preparación hasta llegar al equilibrio justo en
textura y sabor.
El
corte llamado “puchero”, claro está, es imprescindible en nombre y apellido por
estas tierras criollas para el preparado de este cocido y puesto que de su introducción
nace todo el plato, no debemos olvidar que estamos en tierra de criollos y que
su base en la elaboración de la mayoría de los platos es la carne, así que
también se complementa con otras carnes con hueso, como el “caracú”, vamos un
ossobuco en toda regla. Dicho sea de paso, no he dejado ni por un momento de
meter asiento y presencia en cada uno de los asadores, parrillas, asados en
cruz, en tierra, con cuero y fogones a carbón y leña por los que he pasado y
que en cada momento me han presentado. Adjetivos calificativos para este
compromiso, uno solo,…. Magnifico.!!!!.
Ya
me pondré en relato en otro escrito de esta parte de la andadura por los
fogones con brasa y sus ingredientes, sobre todo en las formas y talantes para
hacer un buen asado a la cruz, ó en parrilla sin ir muy lejos. De momento dejo
algunas muestras gráficas de donde me he puesto las botas hasta la gula
disfrutando su modo.
El inicio y condición de esta preparación que
hoy me preparo a engullir hasta quitarme no solo el frío, sino el antojo y casi
que la morriña de los mío en España, implica un acertado y predilecto gusto por
el resultado, y aunque no deja de ser un pote con muchas cosas dentro y luego
todas hervidas, no por ello se menosprecia, y se cataloga por ser un plato de
sobrado gusto. Un asiento de hervor en abundante agua, que luego será el caldo,
en la que primero se colocarán las carnes, los chorizos y las judías blancas, ó
los garbanzos, de acuerdo a la cocina de turno, que es lo que más tiempo lleva
en cocinarse, y que luego se deben ir incorporando las zanahorias, los choclos,
las papas y el zapallo, la batata y en ese orden, por cocción, llegaremos al
punto de tener en mesa un plato exquisito. El condimento,….. sal, ni más ni
menos y ojo con ella que es traicionera, si el cocido evapora mucho nos dejará
un fondo sabrosillo que nos llevará a estar bebiendo agua todo el día como
perro de arroyo. Las verduras se cocinan preferentemente enteras pero siempre
teniendo en cuenta una armonía en sus dimensiones para que no se termine de
cocinar una antes que la otra y para evitar su desintegración. La receta
tradicional del puchero tiene como ingredientes principales la base de la
cocina de la inmigración de españoles que de alguna manera invadieron todo
cuanto había disponible por aquel entonces, así que por suerte para el plato y
preparado, los ingredientes se zanjaron en una guisa de poner lo que había y
daba la tierra en detrimento de lo que faltaba y no se encontraba. La carne, la
panceta, los chorizos criollos, los porotos blancos, los garbanzos, zapallo,
zanahoria, papa y choclo, terminaron de hacer el contenido y los resultados
están hoy a la vista, bueno…., a la prueba y gusto en cualquier rincón de una
cocina tradicional que se precie de ello.
Yo ahora,…me dispongo con todos los
sentidos al plato, después seguimos. Y llegados a este punto, nos
sumergiremos en la exploración de esas realizaciones garabateadas en “il
ricettario”, para encontrar los preparados y combinados que harán las delicias
de quienes nos acompañan en el camino, y descubramos en el trayecto, que aún nos
quedan reseñas y muchos relatos por contar.
“El cocinero en casa”
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