Un helado en Roma
Libre de gluten
Cuando
a tu alrededor el más malo sea considerado un bueno y el verdadero bueno se
ignore, sal del medio y toma el coraje de quedar mal con unos cuantos,
despídete de otros muchos y prepárate para ser odiado por los que se quedan.
Volver a Roma por H ó por B es siempre un placer inconmensurable y
sobre todo si te encuentras con las mismas cosas que has dejado postergadas
para otro momento y te descubren que esperan a ser resueltas, sea la época que
sea. Hace calor, las calles están llenas de gente, las bicis y las motos a la
orden del día, vamos a desorden del día diría con ganas, pero es lo que llena
las callejuelas de vida, ruido y tumulto de un desbarajuste ordenado, ni la
noche siente el silencio que desgrana el día para terminar un ajetreado proprio
giorno di casino, veramente.
Camino lento, sosegado, disfrutando como si fuera la primera vez de las
mil veces que he pasado por las mismas calles rescatando los mismos rincones
que descubro a cada paso y que cada vez son más que habituales en los cumplidos
que, camino a Termini, para subir al tren vía Napoli Centrale, me detengo a
disfrutar.
Ante
los problemas e impropios que te creen los demás, los que sigan a tu lado son
los que te valoran de verdad.
No se puede quedar nadie indiferente, no se puede pasar sin probar una
de las tantas pizzas al taglio, mil gustos, mil olores, mil sensaciones, no se
puede ser ajeno a los embutidos, pero sobre todo no se puede dejar de tomar un
helado. Un gusto diferente, sí, muy diferente a cualquier otro de cualquier
otra parte.
Se me antoja dejar por escrito este SÍ con mayúscula, porque sí, es
un hecho que no hay nada igual en ninguna parte. Donde hay cola, hay una gelateria, de las tantas donde se descubren sabores,
colores y hasta formas. Non si potrà comprare la felicità, ma si
puo sempre mangiare un gelato che è piu o meno la stessa cosa.
Podría nombrar unas cuantas heladerías que son famosas entre los
locales y muchos de los extranjeros que vienen con la idea ya dispuesta por
tanto bla bla., y aunque a simple vista pueden parecer y ser lo mismo, en
aspecto y colores, no siempre es lo que parece y luce.
Mai fermarsi all`apparenze
Hay algunas que quedan por descubrir, para el tropel que invade cada rincón y cada calle,
escondidas aún a la vorágine del calcetín y chancla, y a los foto…foto…foto.
En
una de esas callejuelas en las que persigo el misterio y el enigma del
descubrimiento y donde llego cada vez que deambulo por la infinidad de
depravadas tentaciones en gusto y sabores, que a veces,…. muchas veces,….es imposible
elegir uno, llego al punto del secreto.
Me gustan las casas antiguas, los olores de antes, los sabores que se
fueron haciendo muy de a poco a poco, con tiempo de cocina, con tiempo de mano artesana
de las que ya quedan pocas. Me gusta el tiempo de espera en un fogón que hace
que los resultados tengan otro sabor. Otra cosa es que te guste la revuelta y
las líneas de espera para disfrutar este delicioso invento, pero un helado en
las calles de Roma, sea de la forma que sea conseguido, no tiene precio.
En una
callejuela, escondida a la vista de turistas, que solo la conocen algunos que
saben de la buena tradición heladera, con pocos sabores a elegir, y que abre
puertas solo en los meses de verano, está Pica, los helados para deleite y
suspiro de no muchos, con una mano de artesanía de hace más de cincuenta años.
Es uno de los arropados mejor guardado por los romanos y aunque napolitano no por
ello voy a dejar por escrito dónde está, y seguirá siendo de la misma
forma, un secreto.
Quién no sabe
mandar, no sabe delegar.
El egoísmo en este caso está justificado por respaldado profesional, y
no sé si a esta altura del gusto, me quedo para otra noche y me doy una vuelta
por la trattoria “Al Tettarello”, siempre y cuando no esté llena como siempre y
a cualquier hora, para disfrutar alguno de los muchos caprichos que se pueden
pedir, ó sigo un poco más y llego hasta una de las mejores cocinas en lasagna
di verdure de toda Roma, “La Mamma Zingarella” y no me voy
hasta el Trastevere, para divertirme con alguna de las particularidades
de las que llaman una “cocina exquisita para turistas”, muchas veces difícil de
explicar. Porque quién entienda porqué hacemos las pizzas redondas, las
embalamos en cajas cuadradas y las comemos en corte triangular, está listo y
con todo lo que hay que tener per quello di,….vivere a il nostro modo,… è poi,
prima di prendere il treno che me porta vía al sole napoletano, mi piace
ascoltare quello di l'Italia per gli italiani e Roma per tutti.
Llegados a este punto, nos sumergiremos en la exploración de esas
realizaciones garabateadas en “il ricettario”, para encontrar los preparados y
combinados que harán las delicias de quienes nos acompañan en el camino, y
descubramos que en el trayecto, aún nos quedan grandes reseñas y muchos relatos
por contar de esos tantos recintos por visitar y desentrañar sus secretos.
“El cocinero en casa”
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