miércoles, 25 de noviembre de 2015

Sandwich…What else?


But,... since when do they do it.

Apto para celíacos
La conducta gastronómica puede ser imaginativa en cualquier parte del mundo, pero la formalidad y la ceremonia inglesa se nota en cada gesto y palabra, la arquitectura sorprende, los paisajes son probos, aunque parece que es algo portentoso, en realidad no existe nada alucinante que otro sitio no tenga a su manera. Pero de lo que sí tenemos que estar completamente seguros, es en el estado de excepción que imponen a cualquier cosa que caiga en sus manos.

El museo Británico, insuperable en su contenido, la torre de Londres, magnífica, la campiña con sus construcciones fortificadas excepcionales, la conservación del paso romano por tierras de Britania, único, y la conservación del antecedente pirata con que se batieron a sus anchas por el mundo, intacto. Dice la historia por ahí, que la invención del sándwich se la adjudica John Montagu IV Conde de Sandwich allá por los años 1740 y tantos, durante la firma del tratado de Aquisgrán entre británicos y franceses para dar por terminada la guerra de sucesión austríaca, una de las tantas beligerancias que tenían preparadas los chicos del rey Jorge y la corona.

Pero he aquí, que es el momento de enterarse de la verdadera razón de lo que parece que es, y no lo es tanto, y descubrimos que otra vez la historia nos revela que unos intereses creados en un período determinado, nos han llevado a ver el otro lado del espejo.

Hace muchos años, y esos son unos muchos más allá de los que Ibn Battuta en los años 1330, dejara reflejado en sus libros de andanzas por el mundo que comía un trozo de tasajo de cabra entre dos panes como único sustento, durante las largas travesías con las caravanas, ó que Niccolò Polo, regresara del imperio mongol, antes que su hijo Marco comenzara las andaduras, con el descubrimiento de las masas rellenas con dátiles y miel, ó que Carlo Magno se asentara como rey de los francos y los lombardos saliendo de su pueblo natal, en Aquisgrán, ya se comía de forma sistemática, cualquier cosa que sea plausible de masticar entre dos rebanadas de pan.

El dicho “allí donde fueres haz lo que vieres”, vino de perlas a los maltrechos argumentos idearios de los cocineros de la corte inglesa que aguantaban estoicamente los caprichos del susodicho John Montagu, con sus berrinches ludópatas fuera del entorno cómodo de la corte y que no hacía más que incordiar la mesura de la asistencia, queriendo amoldar al banquete y lujo, en algo pasajero e informal que no ensuciara sus manos durante el juego.
Agotados en las creaciones, y buscando amparo en los hábitos de los locales, los juiciosos domésticos remitieron su desesperanza a los monjes palatinos que, como era costumbre, siempre se administraban mejores pertrechos que el pobre pueblo pobre, y siguiendo consejo y forma de aquel entonces, le plantaron unas lonchas de roast beef, muy inglés, entre dos rebanadas de pan, muy sajón, y se presentaron con el invento descubierto muchos siglos antes, ante la mesa de su insolente comensal, con la innovación que a los ojos del intemperante conde, era una revelación.  
                                                 


Supuso en aquella ocasión un profundo gusto, y consigo trajo el capricho de vuelta a la corte inglesa vanagloriándose del invento, haciendo propio el descubrimiento y bautizando con su nombre el resultado.

Los falsos forjadores del descubrimiento aún hoy siguen haciendo honor a la sangre corsaria e instando al mundo en hacer creer que es suyo el honor de tal extravagancia, y dos siglos después, el XI conde John Montagu, vio en la designación sándwich, una oportunidad de lucro y está empeñado desde el año 2000 en hacer con el nombre “The earl of Sandwich”, una empresa de prestigio mundial. 
                                 

Claro está que lo seguirá intentando, ya que el sándwich es un patrimonio de la cultura gastronómica universal, reconociendo solamente que los ingleses han hecho de este resultado, un acabado incalificable, extendido hasta los extremos sin límites de la imaginación.

Podemos encontrar un sándwich de lo que se nos ocurra, y no solo es la presentación del invento lo que nos llama la atención, sino que hay detrás toda una industria del pan, para complementar el gusto. Los he probado de todas clases y formas, gustos y tamaños, con pan negro ó blanco, con pan dulce ó aromatizado, con pan sin gluten ó sin lactosa, con pan sin semilla ó con la más extensa variedad de ellas, y el resultado es el mismo, son exquisitos.

Y ya metidos en materia, nos vamos a disfrutar unos deliciosos sándwiches con el pan seleccionado y con el relleno que se nos antoje preparar, sabiendo que es fundamental en este asunto, que tiene que tener dos partes de pan, puede ser caliente ó frío, acompañado con ensalada ó patatas fritas, con un relleno uniforme ó pasta, carne, pescado, pollo, embutido, alguna salsa, algún vegetal ó no, depende siempre del gusto del consumidor, mucha combinación de sabores y sobre todo, servilletas a mano para disfrutar a todo trapo, de un deleite de capricho.        Y llegados a estos extremos, ya no quedan secretos ni hablillas, nos sentamos con la compañía de quién más nos interesa, para recrearnos y compartir una exquisita combinación que sí tiene historia por revelar.

“El cocinero en casa”

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