Apto para celíacos
Cuando vamos a preparar pescado siempre nos
encontramos en la disyuntiva acerca del mejor modo y forma para elaborarlo y sobre
todo, que guste a todos los integrantes de la mesa. La mejor manera para
preparar un alimento sea cuál sea, es la forma sencilla que hizo de la receta
en cuestión, mantenerse viva hasta nuestros días. No hay que ser un experto y
un enterado de secretos para saber que algo fácil se puede hacer muy complicado
y por lo tanto, meternos en un berenjenal de órdago que nos liaría mucho más
que aventajarnos. Para crear hay que tener un grado, pero para improvisar,……hay
que tener un máster. Tenemos que conocer muy bien los puntos oscuros de las
técnicas de cocina y debemos saber
también que cada secreto ha llegado a ser secreto por algo. Si llegamos a la
premisa aquella que dice, “La creatividad es copiar, transformar y cambiar con
otra apariencia, elementos ya inventado”, tendremos un buen trecho del camino
andado, pero por supuesto debemos ser coherente y saber nuestras limitaciones.
Hoy como tenemos entre manos un pescado a veces fácil, a veces complicado,
según como lo elaboremos, recurriremos a la antigua forma de cocción que ha
dejado de ser secreto desde que los romanos fueran imperio y la plancha su
mejor resultado. Si la creatividad es cambiar algo ya inventado, entonces nos
ponemos manos a la obra y seremos hoy los mejores creativos de la cocina.
En
primer lugar, preparamos el pescado que hoy toca y que hemos elegido muy bien
cuidando esa frescura que nos hace falta para el resultado sea el deseado, en
plancha.
Pero no en una plancha cualquiera, lo haremos en las antiguas planchas
de hierro, esas que alguna vez encontramos abandonada en un desván y que hoy
han sido reemplazadas por las modernas de teflón. Hemos conseguido unas piezas
de lenguados de ración muy frescos, con agallas brillantes y muy rojas, sin
olor y firme al tacto. Llegados hasta aquí, quitamos la piel haciendo un corte
en la parte más extrema hacia la cola y levantamos levemente la piel con el filo
del cuchillo. Con un paño cogemos desde el extremo y tiramos firme hacia la
cabeza. Hacemos el mismo proceso del otro lado y tenemos el pescado limpio de
piel. Recortamos las espinas laterales y hacemos un corte en la parte blanda
para extraer las tripas y vaciamos por completo.
Ya está lista la materia prima
principal para la elaboración de nuestro plato. Ahora ponemos “la plancha” a
calentar y agregamos una cucharilla de mantequilla. En el momento que comienza
a humear, ponemos el pescado y cocinamos de forma tal que logremos una
terminación crujiente, dorada, sin quemar y en su punto por cada lado, nada complicado
de ejecutar a esta altura de conocimiento en que elaboramos casi cualquier
cosa…. Ponemos sal una sola vez y en la cara que ya hemos cocinado. Mientras
esto ocurre cortamos un limón en rodajas y lo tenemos listo para usar. En el
momento que el preparado está en su punto, lo presentamos en el plato con las
rodajas de limón sobre el pescado. Servimos una pieza entera por persona para
el deleite de la mesa y acompañamos con una exquisita ensalada fresca,
y llegados
a este punto, tenemos la satisfacción de la tarea bien terminada y el
reconocimiento de los que serán agasajados con este delicioso plato, que no
tiene precio, y nos hará sentir como en un festín romano.
“El cocinero en casa”
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