martes, 23 de junio de 2015

Masas y pastas para bollos sin gluten.

Apto para celíacos-
En casi todas las vecindades del mundo, de todas las ciudades del mundo, hay una pizzería ó trattoria. Es una cultura que se ha extendido desde la época del imperio romano y nadie discute que en la cocina italiana se maneja como en ninguna otra, la pasta, las masas, la mantequilla y el aceite de oliva. En Italia no hay un rincón de la nazione que decepcione, ni las pizzas de Nápoles, ni la pasta siciliana, ni los dulces de Venezia, ni el agua en Roma, ni los quesos de Módena. Pero aún y todo, siempre hay algo que nos sorprende. Un antiguo escondido para muchos sibaritas de la gastronomía, son los bollos, esos crujientes hatos de pasta a veces hojaldrada, otras intensas y livianas y otras muchas con relleno, que nos vuelven locos a cualquier hora del día y en cualquier condición. Y buscando y caminando por esas callejuelas reservadas del mundo, entrando a cuanto reducto con olor a horno y cocina exquisita, he descubierto un secreto no solo para los celíacos, las pastas y las masas elaborados con el trigo sarraceno, que no es un cereal como todos piensan, para elaborar bollos. Se considera popularmente un cereal, aunque no lo sea realmente, y es que, aún teniendo características similares, no pertenece a la familia de las gramíneas sino a las poligonáceas. Su harina no es panificable, por lo tanto se debe incorporar una levadura para que leude y pueda llegar al fermento tan apreciado que la bollería necesita para que sea del gusto y delicia de todos. Desde hace mucho tiempo, se elabora en el norte de Italia, vecino nella regione dalla Lumbardéa, un plato de pasta muy apreciado que se hace placentero disfrutar, denominado pizzocccheri  y que deja fundamento del antiguo uso de esta harina rica en proteínas de la que se ha calculado en recientes estudios, que el cuerpo humano asimila el 70 % de esas proteínas. El caso es que a nosotros nos ha llamado la atención el preparado y masa con esta harina para hacer bollería, un excelente término para los celiacos que a veces encuentran la dificultad de este antojo. Y para no andar más y poder tener fuerzas para perdernos otra vez por esas callejuelas que me llevan sin querer a descubrir cosas de las que no me quiero desligar, como el “Faience” de 1748, el plato que me desveló la mamma di la pasta “la signora Luciavato”, con una conchiglia con uvetta di Parma. 

Después de haber asimilado el encuentro, dejo la receta de la masa madre que nos va a permitir preparar todos los bollos que revelo en esta presentación, apetitosos todos y cada uno de ellos y además con la exclamación de haber disfrutado un gusto exquisito sin gluten. Entonces, nos vamos a liar con una mezcla de 250 gramos de harina de trigo sarraceno, 250 gramos de harina preparada para bollería sin gluten y 250 gramos de harina de yuca con dos sobres y medio de levadura para panadería, ó en su defecto 45 gramos de levadura fresca, y mezclamos todo. Ponemos 250 cc de leche tibia y hacemos una esponja ó masa madre hasta conseguir una pasta homogénea. Cuidado, la leche debe estar tibia, eso no es caliente y no es fría. La temperatura justa es la de biberón. A mitad del amasado le incorporamos unos 15 gramos de sal extra fina y unos 100 gramos de azúcar fina, y seguimos amasando logrando un resultado suave y esponjoso. Cubrimos con paño seco y fino y dejamos reposar en lugar cálido un par de horas ó hasta que haya doblado su volumen. 

Dice “mamma Nicola Luciavatto” que si dejamos el preparado de un día para otro, el resultado es “ottimo”, pero hay que conservar el producto en cámara fría y como no hay mejor forma para alcanzar buenos logros que seguir el consejo de los que saben, eso haremos. Sentenciado y realizado, al otro día rescatamos la masa de la cámara fresca y estiramos con rodillo sobre una mesa de madera que hemos enharinado, previamente, hasta conseguir una masa de un grosor de un centímetro, más ó menos. Cuando hablo de “cámara fría”, no hablo de neveras ó refrigeradores, hablo de ese cuarto que se hacía antiguamente en los caseríos, siempre oscuro y con una ventilación perfecta, con unas paredes tan gruesas que sería imposible hacer traspasar el calor, siempre fresco, llueva ó truene ó el cielo desprenda llamas de fuego, este cuarto que generalmente se usaba, y los que tienen la suerte de conservar aún, usan para secar embutidos, ó los exquisitos prosciutti, ó poner a macerar los encurtidos ó para nuestro caso, levar una masa y quede perfecta, es una "cámara fría". Esa cámara fría es una fortuna para la cocina, es el grial para los sibaritas del gusto. Bueno aclarado el asunto, es importante quitar toda la harina sobrante de la masa antes de incorporar la mantequilla. 

En este momento, pondremos unos 250 gramos de mantequilla, blanda, en el centro de la masa y la doblamos como si estuviéramos cerrando un envoltorio. Espolvoreamos con un poquito de harina y muy suavemente comenzamos a estirar con el rodillo. Hacemos este proceso con una vuelta sencilla a la masa, que haremos tres veces en total para hacer croissant, y seis veces para hojaldre. Retiramos el exceso de harina y dejamos reposar en la cámara fría hasta el momento de moldear la bollería. Este tiempo no es mayor al que tardamos en ponernos un buen café, y digo esto porque nos llevará una media hora el proceso del menjunje y es exactamente el que hace falta para que la masa repose antes de moldearla. Cuando moldeamos la forma que vamos a hornear, determinamos cuál es el baño con que terminaremos el preparado. Para un corneto, almíbar, para una conchiglia, una pasas y para un paccheto, panna e un po`di zucchero. Los hornos de leña tienen un encanto que particularmente envidio, porque sus resultados son de espectáculo, así que cuidado con los hornos modernos y las temperaturas. No todos los hornos cocinan igual y los tiempos de cocina no son los mismos. 

De todas formas, nuestro resultado estará terminado cuando la corteza se vea dorada y crujiente. Y ahora, llegados a este punto, ya no hay más historia ni oratoria, disfrutamos el resultado y nos hacemos eco de los que van a deleitarse con este resultado exquisito. Por cierto, después de muchas palabras de cortesía y muchos reconocimientos anticipados, el “Faience” se vino conmigo
“El cocinero en casa”


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