Apto para celíacos
Trajinando por las
calles de Roma, cruzando por los pasadizos de empedrados y adoquines, perdiéndonos
en la seducción de sus plazoletas, respirando el mágico encanto de los
colgantes florales de los balcones, atentos al ruido de una motoneta,…..una
vespa, que sale de cualquier parte y sin aviso,… transitar, pasar y caminar, es
la forma de impregnarnos con la efervescente esencia que nos lleva a rincones
que solo se pueden encontrar en esta villa, un museo vivo después de tantos
años en que el imperio romano dejara huella imborrable en el mundo. No descansa,
no duerme y se agita si le falta el murmullo de su gente. Hoy vamos a encontrar,
entre esos recovecos, callejuelas sinuosas y sin aceras, escondidas de la luz
ajena y recelosas por la invasión del turista, el mejor tiramisú que nos
podamos disfrutar.
Y vamos en busca de las recetas de antes, de las masa
antiguas que hoy se encuentran en pocos sitios y que son de exquisito y afanado
gusto poder encontrar. Teniendo como precedente el entorno cautivante y
embriagador que provoca el aroma de una pizza por la cocción en horno de leña, me
paro en cada una de las estancias que se presentan y no me puedo aguantar. En
Roma hay muchas, vamos muchísimas pizzerías, pero todas tienen un común
denominador, el formato, masa muy fina, exquisita, deliciosa, crujiente y con escasos
y a veces mezquinos ingredientes con que se presentan, que lleva a muchos a
pensar que les pueden parecer decepcionantes, sobre todo si las comparamos con
las que ofrecen en sucursales como esas que hay muchas por allí y prefiero no
nombrarlas, que invaden el mundo con sucedáneos ni siquiera parecido a una
pizza. En cualquiera pizzería romana, se encuentra una pizza con buenos
ingredientes, aunque sean dos, el crujido de la masa fina al horno de leña,
junto con una copita de lambrusco, nos harán olvidar cualquier desequilibrio y
mirar el mundo con otros ojos.
Y llegados a este punto, no hay vuelta atrás, hemos pasado por unas cuantas pruebas al
taglio, que han sido,…pufff…..muchas, y ya nos disponemos a disfrutar el postre
más famoso, aunque no el más antiguo a la par de la pizza. La versión más acreditada acerca de la historia del
Tiramisú, coloca su nacimiento hacia finales del siglo XVII. La tradición
dice por ahí que el Duque de Toscana, Cosimo III era muy goloso y disfrutaba de
los buenos pasteleros italianos de las cortes a las que visitaba, y en una de
esas pagas, en la sección de Siena, le presentaron estos dulces, que era en un
principio semi líquido por no llevar queso, y de la que quedó prendado de tal
forma, que se llevo consigo la receta y al pastelero incluido, llamando a este
experimento Zuppa del Duca. Hay otra parte de la historia, con un poquito más de
florituras y que raya la leyenda, donde la posibilidad de una evidencia
objetiva no tiene base histórica comprobada y de la que no vamos a hacer mucho
caso fundamental. El asunto es que desde que se mezclaron huevos, azúcar, nata,
savoiardos mojados en café expresso y cacao en polvo, este resultado no se ha
modificado desde entonces, agregando a partir de los años 60 solo el queso
mascarpone que le proporciona una parte más de estabilidad al ensayo.
En las
pruebas que nos regocijamos se ha podido encontrar que el fundamento sigue
siendo el mismo, y solo cambia la cubierta, según la mano pastelera. Habiendo
visto y comprobado con cierto grado de razón, que no es determinante ni mucho
menos que los celíacos no puedan darse este gusto, dejo la receta de Pina de la
pastelería ”Pina Alba” que hace el mejor tiramisù de todos los tiempos, con
vainillas sin gluten. Según su mano lo prepara de la forma que sigue; Para hacer la crema, poner a calentar 250 cc de nata y 50
gramos de azúcar a 90 grados. Seguidamente batir dos yemas de huevo en un
bowl. Cuando la nata comience a presentar
sus primeras burbujas sin llegar a hervir, quitar del fuego y volcar al bowl de
los huevos mientras se va removiendo. A continuación, poner 250 gramos de queso
en otro bowl y poner la crema inglesa encima. Removerlo y dejar reposar 24
horas en la nevera. Según la lección de cocina de esta excelente pastelera,
puede cambiar radicalmente el resultado si se altera el orden de elaboración. Cuando
se retira la crema de la nevera, montarla hasta que adquiera una textura
cremosa. Para hacer el mojado de los savoiardi, mezclar 10 a 15
gramos azúcar con 200 cc de café espresso y añadirle un vasito de licor
d'amaretto. Después remojar las vainillas bien en la mezcla y ponerlas sobre una
rejilla en un plato para que escurran. No las pongan directamente en la fuente
de la preparación porque les quedará muy líquido. Poner por capas los savoiardi con la crema con mascarpone y tener en cuenta que si ponemos la
primer base en horizontal, la segunda la pondremos en trasversal para que trabe
y no se desarme cuando lo cortemos.
Poner en nevera durante unas 2 horas y en
el momento de servir espolvorear con chocolate en polvo por encima. El detalle
del licor ha sido solo y en exclusiva para esta presentación ya que la
pasticceria que regenta Pina con su marido, fundada en 1886 siguiendo la
tradición familiar de pasteleros, hace el tiramisú de los que se sueñan en
sueños. Pues alcanzados
en este punto, ya no hay más secretos, y con un buen café en una mano y en la
otra la cuchara,…..tenemos la satisfacción de la empresa bien terminada y el
reconocimiento de los que serán agasajados con este delicioso postre, que realmente
es exquisito.
Las fotos que
muestro y en ese orden son de la pasticceria “Pina Alba”, ristorante “Luccetti”, pasticceria
“Arco” y ristorante "Luigi`s ".
“El cocinero en casa”
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