“Lo importante son las ideas más allá de las
formas”
Apto para comer sin gluten
Hace ya, desde algunos episodios, que me censuran y reclaman la nueva
forma de atravesar por esos lugares que pruebo y pongo de manifiesto, porque no
revelo una localización exacta y una receta magistral, con cantidades y medidas.
Estos sitios los encuentro apasionantes en aromas, gustos, colores y
presentaciones incomparables, y no me los perdería por nada, sin dejar antes, una
escritura romántica y coloquial para relatar y describirlos. Pero si la cocina,
fogón, trattoria, fonda y el interesado en cuestión, no quiere revelaciones, seguirán
solo en el conocimiento de unos pocos que ya saben que existen, guardando y
hasta a veces en secreto, el recelo por los tenedores de esas hornillas que no
quieren el movimiento de turistas que deshagan el bien de sus parroquianos. El
paso por esos fogones particulares que me voy encontrando, los grafico ahora y los
acabo como un paseo sentimental que entraña nostalgia, una nostalgia personal que en esencia, me delata en una forma desigual
de resaltar aquellos lugares por los que giro para saborear, disfrutar ó probar
ese deleite salido de los hornos que se perfilan diferentes, como la cocina de
mi abuela en Corleto Perticara. Se pasa el tiempo, y con él, se va la vida. Poco
a poco franqueamos etapas y pasamos momentos, dejamos atrás cantidad de cosas
que nos prometemos volver a ver, hacer, ó intentar otra vez, pero la cruda
verdad y la pura realidad es que no nos permitimos tener ese tiempo para
regresar. Nos afanamos por seguir, siempre más allá, siempre buscando más,
queriendo más de lo que podemos abarcar, queriendo qué, para nada al final.
Como soy uno de esos bichos raros que me propongo lo que predico, hace ya un
tiempito emprendí por decisión única y terminante, hacer lo que me ventilara la
gana en el momento que se me ocurriera; Y como soy amante perdido de las fragancias
de las buenas guisadas de antes, esas que se siguen preparando como hace tiempo
y fundaciones, me vuelco a revelar en las cocinas de las que soy entusiasta
caprichoso y a mi antojo, cualquier pretexto que me asalta en los lugares que
considero de buena cuna culinaria. Porqué…??, simplemente porque sí, porque me
gusta hacerlo y porque el tiempo pasa y no vuelve. Y si con esto cancelo las
censuras de esos tantos que reclaman, bien hecho, sino…, siento deciros que
sigo y por seguir, persigo, sin desvíos, el camino de descubrimientos y revelaciones
de “il ricettario”, porque lo importante son las ideas más allá de las formas. Y a lo dicho, hecho, y nos vamos a Sicilia…..Aaaahhhhh !!!!!!…..Sicilia,…sopratutto
Sicilia è un`isola piena di meraviglie. He probado las croquetas más
famosas de Viena, he pasado por el templo de Lyon con su fórmula ancestral,
dando pie a la historia como los descubridores de tal invento, me he pasado por
las cocinas de Holanda, en Utrecht,
Ámsterdam y Rotterdam, dónde he probado
unas croquetas con mucha bechamel,
otras sin nada y otras con más cosas que
otra cosa que al momento no eran nada.
Los caminos me llevaron por los fogones
de Bonn, Cologne y Essen, en Alemania,
paraíso de la patata, y las
croquetas,…puffff,…solo patata y re fritas.
Rodé por algunas fondas de Brujas,
Amberes
y Gante en Bélgica, para probar unas masas, que siempre a base de patatas con
algo diferente, no pasaban de un rebozado sin más.
En otros gozos por las
tierras Lusas, con recetas magistrales de bacalao muy especiales, no he
encontrado el gusto particular de antes, no obstante, hay que reconocer que
estaban exquisitas.
Aún llegándome por los fogones de revelación españoles, con
afamadas combinaciones de lo más estrafalarias y otras hierbas, no he
disfrutado unas croquetas más deliciosas y bien logradas como las croquetas de
Siracusa.
Por algo serán las más famosas del mundo culinario, y eso,… no lo
digo porque se me ocurra. Y aquí comienza la polémica. Cada uno y cada cual
dirá que “las de menganita son mejores que las de fulanita ó que las de mi
pueblo no se miden con ningunas otras, ó como las de mi madre no hay
comparación”. Pues seguramente tendrán mucha razón de cada afirmación y gusto
en su feudo, pero en este caso, no hay conversión que valga y se revela como prueba
más acusada, la pasta que se hace a diario bajo este techo siciliano con
muchos, muchos años de tradición.
Tienen un secreto muy bien guardado, si, pero
para deleite de quién busca un éxtasis superior en algo tan sencillo y difícil
a la vez como unas buenas croquetas de pescado. Bien merece la pena caminar por
sendas perdidas, subir a un barco, bajar de un acantilado y volar en ala delta.
Las callejuelas me llevan hasta la Trattoria di Vincenzo Contadina, y el aroma
de la cocina me embarga hasta obnubilarme. La especialidad de la casa, desde
1886, claro está, crocchette di pesce, y
aunque nada más sentarnos, nos metimos a gusto un buen plato de rigatoni alla
norma,
otra de las revelaciones más típica y famosa de la cocina siciliana, que
además de estar sublimes y por supuestísimo caseros, quedó claro que el
recorrido hasta allí era sospechosamente deliberado, y no solo en busca de las
croquetas. Su receta es fácil, sencilla y para todas las manos que se atrevan
en una cocina de mucho tiempo. Hay platos que se preparan en un plis-plas,
otros que se logran en un lapso razonable, pero hacer croquetas y buenas, lleva
un tiempo prolongado que no se puede evitar a no ser que se compre una bolsa de
congelado en el mercado. Como el tiempo pasa y no retrocede, y como no sé
realmente si volveré a ver a Vincenzo en otra oportunidad, me preparo a
disfrutar una mesa con esta deliciosa consecuencia, que han llevado un buen
rato en elaborar, y desconecto del mundo transportándome a lo más profundo del
sabor y aroma del entorno que también hace mucho en el gusto de lo que se va a saborear.
Ya en la cocina de los experimentos, preparamos con los ingredientes
determinados por nuestro anfitrión y en cantidades exactas de buen cubero,
porque la formula de su cocina, fue algo imposible de lograr, una pasta bastante
moldeable y semi-espesa que lleva pescado desmenuzado y sin espinas, cebolla,
sal, mantequilla, caldo de pescado, harina de maíz y una punta de pimienta.
Para el rebozado usamos huevo muy bien batido con una cucharilla de aceite de
maíz y una cucharada de crema. El proceso de elaboración, pues, el que todos ya
saben cómo hacer. Salteamos la cebolla en una sartén con la mantequilla,
agregamos el pescado desmenuzado, incorporamos el caldo, dejamos que se cocine
unos minutos, pasamos la trituradora para evitar trozos, agregamos la harina de
maíz, condimentamos y removemos mucho, mucho, mucho, evitando grumos y hasta
que se suelte de los laterales de la sartén. Volcamos en una fuente de barro y
dejamos que se enfríe la masa. Una vez tibia ó fría hacemos los rollitos,
aplanados si nos gustan, alargados para otros y hasta bolas para algún
caprichoso. La forma da igual, el contenido es el mismo. Pasamos el resultado
del invento por harina primeramente, luego por el huevo batido y finalmente
otra vez por harina. El aceite donde vamos a freír tiene que ser abundante, y abundante,
es mucho, nada de escaso, que las croquetas se ahoguen. No se les ocurra poner
aceite como para freír un huevo porque esa no es la cuestión. Cuanta mayor
cantidad de aceite, menos tiempo tendremos la fritura en proceso, por lo tanto
menos tiempo estará expuesto el alimento para chupar la fritada. El resultado
está a la vista y por cierto, salieron casi tal cuál a las de la invitación,
excelentes.
Y llegados a este punto, nos sumergiremos en la exploración de esas ejecuciones
garabateadas en “il ricettario”, para encontrar preparados y combinados que
harán las delicias de quienes nos acompañen en el camino, y descubramos en el
trayecto, que aún existen muchas reseñas y relatos por contar.
“El cocinero en casa”