“Los
pensamientos son más aterradores que el peor de los miedos”
Ravioli de verduras
Esto es apto para régimen sin gluten
Soy de la época del “Boss”, de Kris Kristofferson, de Leonard Cohen y su
poesía, de Bob Marley y sus delirios, de los conciertos de Adriano Celentano en
que la música era música y no ruido tecno chimpún chimpún, donde se respiraba melodía
y coro con letras entendibles. Soy de los que han tenido la oportunidad de
subir al Concorde y llegar en menos tiempo que otros al otro lado del charco, para
ver un partido de tennis entre John McEnroe y Guillermo Vilas ó escuchar un
concierto de Simon & Garfunkel en Central Park, no sé para qué en realidad
ha servido eso, pero estoy en esa lista. Soy de los que a mis chicos, mis
alumnos, mis escuchas en el aprendizaje del secreto más viejo de los fogones, y
de la música de antes con spaghetti western incluidos, los que considero míos
después de estar atendiendo a diario la tabarra que les doy con las formas y no
formas de hacer bien las cocas en la cocina. Soy el que dice que no quieran borrar
el pasado, que no se empeñen en apresurar el tiempo, en crecer tan rápido, en
querer quitar de su realidad los días que han vivido.
“Para
lograr grandes cosas hay que actuar, aunque te equivoques”
Los buenos momentos les dejan recuerdos y felicidad de vivirlos, los
malos les dejan experiencia y los peores les dejan ejemplo de vida. No todo en
la vida es color rosa, y no todos cuando terminen de escuchar, los
interminables momentos de aprendizaje en mi cocina, tendrán un camino
inmediato, y no porque no valgan, porque algunos de ellos ya podrían dar
cátedra a muchos, sino porque saldrán a enfrentarse a una banda de chupa sangre
sin escrúpulos que mandan sin autoridad y gobiernan sin ley. Aún así, les insto
e insisto todo el tiempo, que no existe el fracaso total, siempre se consigue
llegar de una u otra forma. Hay que tener el espíritu de volver a levantar la
cabeza cuando se cae, a tener la voluntad de seguir adelante. El tan escuchado
y repetido, y a veces reído “sempre avanti mai indietro”, será un lema que
llevarán muchos de los que he encaminado, como un tatuaje a fuego en las marcas
de fogón que han quedado por sus manos y brazos en estos años en mis cocinas.
“No se
abandona un proyecto por tener algunas trabas, las dificultades se arreglan”
siempre y cuando te dejen, agregaría yo por mi cuenta,…..
Hay un escrito por allí, en esos viejos libros que enseñaban cosas de
vida y de los que ya ni se mencionan en las educaciones modernas, porque ahora
resulta que nadie aprende lo mismo aunque sean vecino, gracias a unas
iluminadas que quieren ser populares en esta nueva ola de novedad en que las
“ministras” de turno que dicen saber hacer pero no lo demuestran ni a rabiar ni
queriendo, que vivida la experiencia, te permite no repetir los mismos errores.
Pero me pregunto y me repregunto y me sigo preguntando, cómo llegamos siempre
al mismo punto de partida después de vivir y saber cómo termina el cuento???.
No hemos pasado ya por este mismo momento???. Lo que logran algunos otros
después de machacarnos y hacernos caer de rodillas ante las incongruentes
medidas y decisiones que decían eran para salir del pozo, las joden los que
viene sin ser invitados sin título de nada y vuelta a empezar??? No hay nadie
que determine cuándo y hasta cuándo vamos a seguir en el mismo proceso??? Ó es
que los que lograron llegar y ver una salida les interesa que se destruya el puente,
para seguir siempre domando y siempre en potro, es esto lo que importa para
seguir en el baile???. Pues mucha razón tenía Martín Fierro en sus versos
visionando un presente de 1872 en este vigente momento que llevamos con aquello
de “Muchas cosas se pierde el hombre
que a veces vuelve a encontrar, pero les debo enseñar, y es güeno que lo
recuerden, que si la vergüenza se pierde jamás se vuelve a encontrar”. A
ver si se reflejan unos cuantos en el espejo y toman habida cuenta al respecto
de lo que dicen, porque hasta ahora no hacen más que decir una cosa y hacer lo
contrario sin dejar otra nota que la demostración fragante de no tener ni una
mínima idea, por no decir una barbaridad, y ni un camino claro para donde
marchar, ni que decir del ejemplo, no hay ninguno, claro, los que viene y los
que están, ni se enteran.
“Un sueño sin
una meta, sigue siendo un sueño”
Y es lo que siguen teniendo
muchos, que caminan sin rumbo guiados por estos itinerantes del circo sin
proyecto. Mientras tanto, otros, perseguimos en el camino de la incertidumbre, un
cambio a la nefasta e incontestable realidad de lo mismo una y otra vez, de ver
a nuestros profesionales con formación avanzada salir corriendo de su tierra
para buscar refugio en otra lengua, porque en lo suyo no encuentran más que
chupones que antes de empezar ya les han quitado todo.
Todo llega y todo pasa,
y menos mal que van desapareciendo en el viaje para respiro de otros muchos y
no se llegan a entrometer, aunque sí, a veces, a probar los rincones de remanso
de una cocina sosegada en manos de aquellos que no se rinden ante piques y
malas intenciones. Llegados a este punto, nos sumergiremos en la exploración de
esas realizaciones garabateadas en “il ricettario”, para encontrar los
preparados y combinados que harán las delicias de quienes nos acompañan en el
camino, y descubramos en el trayecto, que aún nos quedan muchas reseñas y grandes
relatos por contar.
Hoy después de una charla que me hacía falta escribir,
aunque a nadie le haga mella y siga todo de la misma forma escrito ó no escrito
por medio, nos llegamos a un preparado que siempre hace un efecto balsámico y
reparador en todo momento que se precie, y esto desde una época muy remota, la
pasta casera, los ravioli. Sin dejar en el olvido la deuda pendiente que
he contraído en el relato de los asados y un espectáculo sin par como un asado
a la cruz, haremos primero
con un kilo de harina y un huevo cada cien gramos de
harina triple cero, esa que es muy difícil encontrar fuera de la tierra romana,
con un pellizco de sal, un chorrito de aceite de semilla y agua hasta que sea
necesario, una masa. Suave, elástica, sin grumos al repaso con la mano, para
apreciar su textura.
Amasada con cariño y mimo, a mano, estirada con palo como
entonces la hacía mi abuela María empezando muy temprano a la mañana, mientras
ponía a fuego muy suave lo que iba a ser el relleno.
Me invaden los recuerdos,
la nostalgia de un tiempo que no tendría que haber pasado tan rápido como han
pasado las pelis de Charles Bronson, la música que hoy tratan de imitar con preparados
a maquinaria como los acordes de una melodía irrepetible. La masa sin gluten la
hacemos con harina panificable que conseguimos en casi todo comercio con el
concepto ya muy extendido. El proceso es exactamente el mismo que para la
elaboración con harina regular, y el relleno, igual. En este caso vamos a
preparar un relleno de espinacas con queso parmesano y una salsa de setas con
un poquito de cebolletas verdes y perejil fresco sin ningún componente aglutinante
ni espesante ó modificación, porque si hacemos comida casera y de buen grado,
no le pondremos nada que no sea natural y de principio a la receta original. De
hecho, los ravioli y los linguini que muestro, están elaborados con harina sin
gluten, gustan casi tanto como los otros y muy pocos notan la diferencia de
textura.
Por cierto, cortar a cuchillo la pasta, es de ineludible y de necesaria
obligación, sine qua non en la elaboración y precepto de la pasta casera. Siempre
hay un segundo preparado cuando hay masa fresca, y el de hoy, linguini, que una
vez cortados y puesto a secar un par de horas los reservaré para otro evento en
el que siempre hay una banda que se apunta a un buen plato de pasta con una
ocurrente salsa que la bañe.
Y ya vamos tocando a retirada. Queda la cocina
siempre hecha un poema de olores que nutren mis ganas de seguir, cacharros por
todas partes que me conquistan a descubrirme en otro plato a contar y muy a
pesar de los que se empeñan en joder la marrana con sus desaciertos y sus
gloriosa y nefastas ocurrencias, Alma Fuerte me inspira y sigo sempre avanti
mai indietro.
No te sientas vencido ni aún vencido,
no te sientas esclavo ni aún esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y acomete feroz, ya malherido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde intrepidez del pavo,
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios, que nunca llora:
ó como Lucifer, que nunca reza;
ó como el robledal, cuya grandeza
precisa del agua y no la implora...
“El cocinero en casa”