miércoles, 17 de junio de 2015

Un café en algún lugar de Roma

Apto para celíacos

Muchas veces hemos pasado por delante de una cafetería ó simplemente un bar, sin hacer caso a su historia ó su contenido esencial. Un lugar ruidoso muchas veces, con olores a cocina otras, pero siempre es motivo de reunión, de acercamiento con los amigos, un momento para la pausa del día y charlar con quién nos apetece y compartir una taza de café. ¿Pero qué hace que la gente consuma, disfrute y hasta se regocije con una taza de este líquido negro como el diablo? Dice la historia por allí, que el origen de estos granos es incierto. Unos lo atribuyen al lejano terruño de Etiopía, otros se acreditan el descubrimiento en las tierras de Yemen desde donde se propagó para ser cultivado en las tierras árabes, pero el caso es que sea de dónde sea que haya sido cultivado por primera vez, se ha popularizado de tal forma, que nadie, y digo nadie con un buen argumento, se esquiva de probar una tacita de este brebaje que se obliga a beber caliente como el infierno. La cuestión es que tres bebidas no alcohólicas llegaron a Europa en menos de dos siglos y las tres por separado y en conjunto, hicieron que las inclinaciones y los ritos de los pueblos del mundo cambiaran para siempre. El cacao llegó a Europa transportado por los españoles en el año 1.528, el té, llegó en las barcas de los holandeses en 1.610 y más tarde los mercaderes venecianos, en 1.615, trajeron el grano de café, protagonista de este escrito y que me disfruto en una de las tantas terrazas dispuestas en las plazoletas de esta preciosa Roma, 

atravesando y serpenteando por esos pasadizos que son fascinantes y que encuentro en cada recodo después de una y otra esquina florida.
El café en Italia es una cuestión de estado, y es de obligado rendibú, saber ciertas particularidades antes de meter la pata y quedar como cocoliches improvisados y alocados. Dejando a un lado la cantidad de formas y presentaciones, que mencionaré más abajo, es de convenio digno a este efluvio, que ha de saber suave como el amor y ser puro como un ángel, que jamás tendremos que pedir un cappuccino después de las diez y media de la mañana y nunca un espresso después de cenar.
Protocolo exige compostura y la costumbre manda. Muchas son las formas en las que podemos disfrutarnos esta pócima, pero con conocimiento de causa, y para ello debemos tener en el cuaderno unas cuantas anotaciones. Uno de los café más populares en cualquiera de las terracitas ó cafeterías que encontramos desperdigadas en los más inverosímiles rincones del entorno, es el cappuccino. Este café es el rey de los consumidos y está dispuesto con un tercio de café espresso, un tercio de leche caliente y un tercio de espuma. Manda rito y sobre todo, tradición, que no se pida un cappuccino después de cierta hora del día, no solo por el hecho de no poder hacerlo, sino por el lujo del disfrute. 
El cappuccino es el café por excelencia de la mañana italiana, junto con una bollería excepcional se disfruta hasta cierta hora y no después. Cuenta la leyenda su historia acerca de este preparado, pero entre que unas son inventadas para la fama y otras no tienen mucho fundamento, nos vamos a disfrutar el resultado presente que nos va a llevar a un buen sabor de boca y conformismo exquisito. 
Hay otros preparados que se amoldan y se acomodan preferibles al gusto después de este momento y que también tiene un lugar sin comparación en el deleite. Los cafés espresso, muy corto y fuerte, a cualquier hora y circunstancia del día, caffé con panna, en taza mediana con la nata caliente en la parte superior, ristretto, un espresso muy concentrado, café americano, 
un café lavado por llevar más agua de lo normal, ó lungo, con más cantidad de agua pero intenso en sabor, macchiato, por estar presentado con algunas gotas de leche que pueden ser frías ó calientes, caffé latte, que se prepara al revés donde primero va la leche caliente y sobre ésta se vuelca el café, ó doppio, que se presenta en la misma taza dos espressos, son alternativas en el día de plazuelas y cafeterías en las calles de Roma.
He tenido la oportunidad de caminar y pararme a degustar muchos, y muchos cafés en muchas partes, pero un café en Italia es sinónimo superlativo que no he podido comparar en ningún otro andurrial. Por supuesto está, que después del caffè, vienen los bollos.-

“El cocinero en casa”

martes, 9 de junio de 2015

Una vuelta en busca de un buen tiramisú

Apto para celíacos

Trajinando por las calles de Roma, cruzando por los pasadizos de empedrados y adoquines, perdiéndonos en la seducción de sus plazoletas, respirando el mágico encanto de los colgantes florales de los balcones, atentos al ruido de una motoneta,…..una vespa, que sale de cualquier parte y sin aviso,… transitar, pasar y caminar, es la forma de impregnarnos con la efervescente esencia que nos lleva a rincones que solo se pueden encontrar en esta villa, un museo vivo después de tantos años en que el imperio romano dejara huella imborrable en el mundo. No descansa, no duerme y se agita si le falta el murmullo de su gente. Hoy vamos a encontrar, entre esos recovecos, callejuelas sinuosas y sin aceras, escondidas de la luz ajena y recelosas por la invasión del turista, el mejor tiramisú que nos podamos disfrutar.

 Y vamos en busca de las recetas de antes, de las masa antiguas que hoy se encuentran en pocos sitios y que son de exquisito y afanado gusto poder encontrar. Teniendo como precedente el entorno cautivante y embriagador que provoca el aroma de una pizza por la cocción en horno de leña, me paro en cada una de las estancias que se presentan y no me puedo aguantar. En Roma hay muchas, vamos muchísimas pizzerías, pero todas tienen un común denominador, el formato, masa muy fina, exquisita, deliciosa, crujiente y con escasos y a veces mezquinos ingredientes con que se presentan, que lleva a muchos a pensar que les pueden parecer decepcionantes, sobre todo si las comparamos con las que ofrecen en sucursales como esas que hay muchas por allí y prefiero no nombrarlas, que invaden el mundo con sucedáneos ni siquiera parecido a una pizza. En cualquiera pizzería romana, se encuentra una pizza con buenos ingredientes, aunque sean dos, el crujido de la masa fina al horno de leña, junto con una copita de lambrusco, nos harán olvidar cualquier desequilibrio y mirar el mundo con otros ojos. 

Y llegados a este punto, no hay vuelta atrás, hemos pasado por unas cuantas pruebas al taglio, que han sido,…pufff…..muchas, y ya nos disponemos a disfrutar el postre más famoso, aunque no el más antiguo a la par de la pizza. La versión más acreditada acerca de la historia del Tiramisú, coloca su nacimiento hacia finales del siglo XVII. La tradición dice por ahí que el Duque de Toscana, Cosimo III era muy goloso y disfrutaba de los buenos pasteleros italianos de las cortes a las que visitaba, y en una de esas pagas, en la sección de Siena, le presentaron estos dulces, que era en un principio semi líquido por no llevar queso, y de la que quedó prendado de tal forma, que se llevo consigo la receta y al pastelero incluido, llamando a este experimento Zuppa del Duca. Hay otra parte de la historia, con un poquito más de florituras y que raya la leyenda, donde la posibilidad de una evidencia objetiva no tiene base histórica comprobada y de la que no vamos a hacer mucho caso fundamental. El asunto es que desde que se mezclaron huevos, azúcar, nata, savoiardos mojados en café expresso y cacao en polvo, este resultado no se ha modificado desde entonces, agregando a partir de los años 60 solo el queso mascarpone que le proporciona una parte más de estabilidad al ensayo. 

En las pruebas que nos regocijamos se ha podido encontrar que el fundamento sigue siendo el mismo, y solo cambia la cubierta, según la mano pastelera. Habiendo visto y comprobado con cierto grado de razón, que no es determinante ni mucho menos que los celíacos no puedan darse este gusto, dejo la receta de Pina de la pastelería ”Pina Alba” que hace el mejor tiramisù de todos los tiempos, con vainillas sin gluten. Según su mano lo prepara de la forma que sigue; Para hacer la crema, poner a calentar 250 cc de nata y 50 gramos de azúcar a 90 grados. Seguidamente batir dos yemas de huevo en un bowl.  Cuando la nata comience a presentar sus primeras burbujas sin llegar a hervir, quitar del fuego y volcar al bowl de los huevos mientras se va removiendo. A continuación, poner 250 gramos de queso en otro bowl y poner la crema inglesa encima. Removerlo y dejar reposar 24 horas en la nevera. Según la lección de cocina de esta excelente pastelera, puede cambiar radicalmente el resultado si se altera el orden de elaboración. Cuando se retira la crema de la nevera, montarla hasta que adquiera una textura cremosa. Para hacer el mojado de los savoiardi, mezclar 10 a 15 gramos azúcar con 200 cc de café espresso y añadirle un vasito de licor d'amaretto. Después remojar las vainillas bien en la mezcla y ponerlas sobre una rejilla en un plato para que escurran. No las pongan directamente en la fuente de la preparación porque les quedará muy líquido. Poner por capas los savoiardi con la crema con mascarpone y tener en cuenta que si ponemos la primer base en horizontal, la segunda la pondremos en trasversal para que trabe y no se desarme cuando lo cortemos.
 Poner en nevera durante unas 2 horas y en el momento de servir espolvorear con chocolate en polvo por encima. El detalle del licor ha sido solo y en exclusiva para esta presentación ya que la pasticceria que regenta Pina con su marido, fundada en 1886 siguiendo la tradición familiar de pasteleros, hace el tiramisú de los que se sueñan en sueños. Pues alcanzados en este punto, ya no hay más secretos, y con un buen café en una mano y en la otra la cuchara,…..tenemos la satisfacción de la empresa bien terminada y el reconocimiento de los que serán agasajados con este delicioso postre, que realmente es exquisito.
Las fotos que muestro y en ese orden son de la pasticceria  “Pina Alba”, ristorante “Luccetti”, pasticceria “Arco” y ristorante "Luigi`s ".

“El cocinero en casa”

miércoles, 3 de junio de 2015

La pasión es un instante,.... y un instante es toda una vida

Ha pasado un tiempito desde el último escrito, y no ha sido por falta de ganas que no estuviera presente. La razón y el motivo,…… he aventurado la inquietud por descubrir qué, cómo y dónde se puede encontrar una cocina diferente para narrar, y como digo en el encabezado,….la pasión es un instante y un instante es toda una vida. Puedo deciros que después de la experiencia, me he reencontrado con las sensaciones que había olvidado. Ha sido una exquisita experiencia para los sentidos, un resumen para descubrir que no todo es política y fútbol y no todo es aburrido. Los sabores se pueden separar de las tertulias tediosas de aquellos empecinados en hacer girar el mundo en una sola tendencia, se puede aislar el ruido, se puede aislar el sentido y sobre todo se puede aislar el gusto, para caer rendido ante uno insuperable, el gusto por disfrutar.
 Hoy empezando una nueva saga y siguiendo en un continuo estado de atención a la dieta celíaca, nos vamos a sumergir en un mundo diferente, exótico y hasta casi puro, el mundo del caviar.
Dice la historia por allí, que ya antes de que los romanos con su imperio y su forma de hacer las excursiones, dejando secuelas de sus complacencias, los persas se daban un buen gusto con las huevas del esturión. Decir caviar, es asociar inmediatamente ríos de Rusia, fríos, especiales y mágicos, con accesos complicados y escabrosos que hacen que el producto de este pez sea inmensamente valorado, solo para clases pudientes y floridas, pero es chocante que un mismo producto selecto como único para algunos de alta casta familiar, sea al idéntico tiempo, alimento suculento para pobres en otras sociedades. Mientras los zares rusos agasajaban con caviar en sus fiestas y convites al más alto estilo aristocrático, del otro lado del charco, los americanos, tenían tanta pesca en los ríos de la costa este, en sus primeros asentamientos, que la producción de caviar paliaba la hambruna de las colonias.
                         
Mucha agua ha pasado bajo el puente desde esas épocas y después de poner en boca de medio mundo un delicioso producto con la estampida de la nobleza rusa a continuación de la revolución del 17, y sin llegar a poner en la mesa un caviar de Kalix, llegamos a los días de hoy en los que no tenemos que correr mucho para encontrar en nuestros ríos este resultado distinguido. Y arribados a este punto, me embarqué en la prueba y disfrute de los extraordinarios huevitos que tanto se han valorizado. En medio de una explosión de sensaciones, sin blinis, sin tostadas de integral, solo con una botella de Taittinger muy fría y la compañía exquisita de” Elena”, sinónimo de la delicada expresión de la prueba, pude disfrutar el resultado de nuestro Riofrío. Para aquellos flojillos en geografía y que no se dejan impresionar por la sapiencia ajena, les cuento igualmente, que estamos ante uno de los mejores y más productivos reductos para la cría y producción de esturiones de España, que consecuentemente, claro está, nos dejan el motivo de este escrito, el caviar.                                  
En cualquiera de sus revelaciones, en cortejo para deliciosas preparaciones, como único protagonista, en una cucharilla de nácar ó en una de cristal Baccarat, el caviar consigue resultados exquisitos. Este producto natural, sin aditivos químicos, sin conservantes más allá de los permitidos para su control de calidad, es aptos cien por cien para las dietas sin gluten y estoy seguro que podemos elaborar una variedad de platos más allá de las que muestro hoy en la presentación. En el transcurso de la charla, preparamos un buen café para culminar ese recuerdo, ahora que somos mayores y nos permiten hacerlo, y en este punto tenemos la satisfacción de la empresa bien terminada y el reconocimiento de los que serán agasajados con esta deliciosa opción, que realmente, es exquisita y no tiene precio, bueno si lo tiene, pero aceptable.
“El cocinero en casa”


martes, 30 de diciembre de 2014

Escabeche de pollo

Apto para régimen sin gluten
En las antiguas lecturas se decía que el escabeche era la mejor de las forma para preservar un alimento. Esto puede ser una verdad a medias, ya que no es la única forma, pero sí una de las formas de conservación. La conserva de un alimento en un medio ácido, como el vinagre, hace que se detengan las células que son responsables de la putrefacción. El ácido inhibe el deterioro de los tejidos orgánicos y los alimentos tienen un periodo de tiempo mucho más prolongado de reserva. Pero cuidado, esto no es perpetuo. Agregar otros condimentos como se introduce en la cocina centro americana como el chili picante, en la cocina hindú, el comino, en la cocina china, la pimienta de Zsechuan ó bayas de fresno ó en la cocina española, el pimentón, no es más que otro ingrediente de propiedades fungicidas que se beneficia nuestro plato. Aún sabiendo todo esto, no es un plato eterno, y tiene tiempo y estado para consumirlo en buenas condiciones. Dice la historia, por allí, que en la época de Octavio Augusto y sus grandes festejos romanos, se presentaban unos preparados sobre hojas frescas relativos a carnes y pescados con un sabroso y penetrante olor a residuo de vino, he aquí el vinagre, pero está documentado que mucho antes, en la Grecia unificada por Filipo II, y esto es unos 400 años antes, ya se preparaban carnes en conserva de vinagre. Unos dicen y otros copian, y mientras tanto, otros por otro lado siguen haciendo, y el caso es que la conserva pasa de generación en generación y de una cultura a otra y tenemos la denominación del preparado como un alimento ahogado en vinagre, con algunas verduras y condimentos. Ya sea de carne de caza, de pescado, de verduras, de carne vacuna, porcina, caprina ó aves, el escabeche es y dice mucho más que un plato de entretenimiento, en nuestra cocina de hoy, el escabeche es un preparado de fondo, es un manjar de reyes. Vamos a realizar este plato como el último de este año 2014, con gusto y satisfacción de haber cumplido con muchos otros anteriormente para deleite de los nuestros, pero sobre todo con la satisfacción de haber agasajado los paladares de aquellos que nos ven como los magos del gusto y la combinación colorida de sabores. Nos marchamos entonces a la cocina a preparar un plato para nuestros reyes en casa.
Con unas cuantas cebollas, vamos depende de la cantidad de escabeche que nos propongamos hacer, en este caso unas cinco, zanahorias, la misma cantidad, una cucharada de pimienta negra en grano, unas hojas de laurel, dos cucharadas de sal gorda, medio litro de aceite, dos tazas de vinagre y dos tazas de vino blanco, tenemos la base necesaria para iniciar el invento. Ahora determinamos la sustancia a macerar, carne, pescado ó pollo, y nosotros nos inclinamos hoy por pechugas de pollo. Cortamos y ponemos en una olla con un buen chorro de la cantidad total del aceite, las cebollas en aros, la zanahorias en rueditas, la pimienta en grano y la sal gorda. Dejamos que se haga muy poco y sumamos las pechugas para que se sellen. 


Después de un momento removiendo con cuidado añadimos los líquidos restantes y las hojas de laurel. Acomodamos todo muy bien en la olla y dejamos que se cocine a fuego muy, muy bajo por espacio de dos horas. No tapar, no remover, no tocar hasta que el preparado exteriorice un aspecto delicioso, y esto está manifestado con la emulsión exacta de los componentes líquidos del proyecto. 

Dejamos enfriar y lo conservamos en la nevera. Hacer este plato de un día para otro es aconsejable para que podamos saborear en total y plena complacencia.
Llegados a este punto, ya no tenemos más secretos, ni historias. Nos satisface haber concluido la empresa con el reconocimiento de los que serán agasajados con este delicioso preparado casero, y sobre todo, con la garantía de haber hecho feliz a más de uno con el gusto. Buen fin de año 2014 y feliz año 2015.

“El cocinero en casa”

jueves, 25 de diciembre de 2014

Alfajores

Apto para régimen sin gluten

Dice la historia escrita de antiguas recetas, que los alfajores son de origen árabe, pero el caso es que los alfajores en las tierras de Italia, son tan viejos como la misma Italia y con la expansión y dominio del imperio de entonces, se hicieron dueños de medio mundo. Nosotros hoy vamos a preparar estos alfajores, para celebrar un momento dulce de esta tarde de navidad. Cernimos en un bowl la harina sin gluten, pero la harina repostera, no la que dice panificable, ó podemos hacerlos directamente con maicena, con una taza y media más ó menos y esto en detrimento de lo que podamos usar para dejar la masa en perfectas condiciones, lisa, suave y muy maleable, será suficiente. Le agregamos el polvo de hornear, una cucharilla de las pequeñas, y luego, en otro bowl, ponemos 200 gramos de azúcar junto con 200 gramos de mantequilla y batimos muy, pero que muy bien hasta lograr una pasta casi blancuzca. En ese instante le sumamos cuatro huevos y seguimos batiendo. Agregamos entonces, una cucharilla de vainilla líquida, la ralladura de un limón y mezclamos todo los elementos en un solo bowl. Hacemos una masa que deberá quedar muy suave, y para lograrlo, debemos meter mano con ganas y sobre todo mimo y paciencia. Estiramos esta masa hasta lograr un grosor de un centímetro de espesor, más ó menos, esto irá en cuestiones de gusto. Sobre la mesa de trabajo, cortamos con un molde repostero unos discos que pueden variar entre los cuatro y los cinco centímetros de diámetro. Si no tenemos un corta disco podemos utilizar un vaso. Ponemos los discos en una placa para horno y horneamos a temperatura de 180º por unos 10 minutos ó hasta que queden dorados.  Cuando estén fríos, los unimos con dulce de frutas, dulce de leche, nata montada y hasta con crema inglesa, si nos apetece. Luego espolvoreamos el alfajor con azúcar glass y podemos también pasar el resultado por coco rallado.
A quien le guste pasar otro rato en la cocina y hacer un preparado con vistas a fin de año para cambiar en algo los inflados de los postres, dejo una receta de la abuela para hacer ese dulce de frutas que se puede usar en los rellenos. 
Para el caso de los alfajores,….ya no tenemos tiempo, pero seguramente ya han encontrado el relleno sustituto a esta confitura, el dulce de leche. Bueno, con 4 kg netos de fresas, frambuesas, arándanos, endrinas ó grosellas, y cuanto más maduras mejor, con 3 kg de azúcar y zumo de 4 limones, empezamos el propósito.
Una vez elegida la fruta, ponemos todo junto y dejamos macerar durante 8 horas, mínimo. Ponemos al fuego muy suave, tan suave que parezca que no pasa nada y que hierva durante 2 horas. Debemos saber antes de comenzar a realizar esta confitura que los mejores potes para hacer dulces son los de cobre, si no tenemos uno a mano, entonces debemos hacerlo en las ollas antiguas, esas de hierro laqueado que tenemos olvidada en el trastero. Si ya realizamos el hervido, dejamos enfriar el preparado. Una vez frío pasamos por el pasa puré y no ponemos nada en la batidora. Rellenamos los botes y dejando medio dedo sin llenar. Cerramos bien y los colocamos en una olla grande al baño María. Debemos cubrirlos con agua y hervirlos durante unos 20 minutos. Para que los botes de cristal no se rompan.....aaahjaahajjjjjaaaa!!!, ya se les ha roto alguno, pues debemos envolver cada frasco en papel periódico y acomodarlos lo más junto posible para que con el borbollar del agua no bailen. Pasados los veinte minutos, dejar enfriar los botes dentro del agua. 
Una vez frío, ya está listo el resultado para sorprender. Llegados a este punto, ya no tenemos más secretos, ni historias. Nos satisface haber concluido la empresa con el reconocimiento de los que serán agasajados con este delicioso preparado casero, y sobre todo, con la garantía de haber hecho feliz a más de uno con el gusto.
“El cocinero en casa”

martes, 16 de diciembre de 2014

Gattafura -Tarta Pasqualina


Apto para celíacos
 Están llegando las fiestas navideñas y este año nos tenemos que poner a hacer algo distinto de lo habitual, para salir de la costumbre, vamos, para no repetir lo de costumbre. La tarta “pasqualina” es un preparado que se realiza normalmente salado, típico de Liguria, más exactamente del Genovesato. Se prepara en varias de las regiones italianas con diferentes características, y a veces también en versiones dulces. Para la cultura gastronómica Ibérica, será una empanada de verduras, pero como todos sabemos, el gusto por la verdura, poco, y una buena empanada de bonito, y sobre todo de los hornos de Vigo, es la que manda. Esta pascualina se cocina al horno y es típica de la época navideña, aunque la abuela la preparaba para cualquier ocasión y momento y no podéis imaginar lo que significaba un buen trozo de pasqualina tibia ó fría por la tarde, como merienda.                
Nos vamos a la cocina y ponemos mano en la masa. Se prepara extendiendo dos capas de masa muy fina en el molde. La masa ideal para este plato es la base de la pizza de la Emilia Romagna y quien no esté dispuesto a darse un tiempo en amasar que lo haga con dos tapas de masa hojaldre regulares compradas en cualquier tienda de pasta. La masa que preparamos con harina sin gluten es la misma que ya hemos visto en la preparación de pasta presentada para “Tagliatelle con tomate y aceitunas negras”, el 5 de septiembre de 2012. Las hojas de pasta empleadas para el fondo deben ser más grandes que el molde, para que podamos usar los bordes como cinta de cierre. Se extienden dos hojas, una sobre la otra. Entonces se vierte el relleno, hecho con espinacas, acelgas ó alcachofas cortadas finas y salteadas con ajo, cebolla, huevo, queso rallado, sal y nuez moscada, ”la prescinseûa” como se dice en genovés. En el relleno, se hacen unos huecos, con ayuda de una cuchara, en los que se pondrán huevos enteros, a ver,… enteros sin cáscara, es decir cascados como para hacerlos fritos y quedarán duros durante el horneado, ó los ponemos como en la tarta pasqualina tradicional, que se hace solo con acelga rehogada, mucha cebolla y queso parmesano donde ponemos ya cocidos los huevos como el preparado que hacemos hoy y muestro en la presentación. Entonces, llegados hasta aquí, se extienden sobre el relleno las hojas superiores, al menos dos, también muy finas, engrasándolas entre ellas para evitar que se peguen. Si nos tomamos el trabajo de airearlas, es decir con una pajita se sopla entre las capas de masa para crear un hueco entre ambas, a modo de cámara de aire, la masa queda suelta. Se unen las hojas en los bordes del molde hacia el interior, creando un doblez decorativo, ó se hace un repulgue si se tiene maña para hacerlo y se cuece al horno. Cuando termine de cocinarse, la tarta tendrá un aspecto agradable de color dorado y si se ha pintado con huevo, quedará un dorado oscuro brillante. El tiempo de horno será de unos 25 a 30 minutos a temperatura de 180 grados.
Representa lo máximo en la comida navideña italiana, y en el pasado, eran de disputa entre las amas de casa para ver las habilidades culinarias que poseían, y cuenta la leyenda, que eran capaces de superponer hasta treinta hojas de masa como homenaje a la edad de Cristo. La existencia de la tarta pasqualina genovesa está documentada en el siglo XVI, cuando el escritor Ortensio Lando la cita en el Catalogo delli inventori delle cose che si mangiano et si bevano. Catálogo de inventores de las cosas que se comen y se beben, aunque entonces la tarta era conocida como gattafura. Debemos tener en cuenta que la tarta pasqualina era consumida por motivo de reunión y festejo ocasional, y además porque los huevos y quesos, eran alimentos que solo se comían por los de cierta clase. Ya en nuestros días, la carencia de ciertos productos ya no nos afecta, y será un motivo de festejo y alegría, sobre todo por amor a la familia y a todos los que se regocijan con el deleite de este plato que no tiene precio.
“El cocinero en casa”


miércoles, 10 de diciembre de 2014

Pimientos rellenos y escalivada


Apto para celíacos

 Hoy nos vamos a la cocina a preparar un plato de ensueño, bueno en realidad dos en uno, pero aún así, rico, sano, apetitoso en todo momento y sobre todo, fácil de elaborar. Para comenzar sabemos que la escalivada con “v” es de la parte de la cocina catalana que dice que, escalibar, es asar, y en este caso, es asar verduras. Escalibada con “b”, de la fracción de la cocina aragonesa, se ha usado en terminología culinaria como “escalibada” para diferenciar en parte, la forma de elaborar este plato en el que se le agrega tomate. 
El caso sea escalibada ó escalivada, el resultado es exquisito y nosotros lo vamos a disfrutar con unos pimientos del piquillo rellenos con atún.
 Como el relleno de los pimientos llevará tomate, haremos la escalivada de la parte de la cocina catalana, sin tomate. Si por gusto hubiera predilección por la escalibada, le agregamos a la bandeja de horno con las verduras, unos tomates. Preparamos una base de cebolla cortada en juliana y la rehogamos en un chorrito de aceite neutro junto con dos ó tres dientes de ajo laminados. 
Le agregamos un par de tomates pelados y cortados en concassè y dejamos que se cocine unos minutos antes de agregar el atún. Podemos poner atún fresco, el que debemos haber laminado en tiras muy finas ó ponemos unas latas de atún al natural. Si usamos atún natural lo distinguiremos en nuestro relleno y encontraremos los trozos que se preciarán adictivos, si usamos el atún de lata, será un resultado más pastoso y diferente, pero al igual que el anterior, totalmente apetecible. Sea cuál sea la elección, dejamos por unos minutos que se haga el preparado y evapore bastante el líquido para dejarlo después que se enfríe un poco antes de rellenar los pimientos. Una vez tibio rellenamos los pimientos y reservamos a la espera de tener la escalivada terminada. En una bandeja de horno ponemos una berenjena, unos pimientos rojos, un par de pimientos verdes y una cebolla. 
Asamos las verduras hasta que estén tiernas y la pelamos, cortamos en tiras gordas y las acomodamos en el plato de modo que podamos hacer una cama para apoyar los pimientos que teníamos reservados. Si rebozamos los pimientos, los pasamos por huevo batido y luego por harina de arroz un par de veces para que logremos una corteza crocante después de la fritura.

Llegados a este punto, tenemos la satisfacción de la empresa bien terminada y el reconocimiento de los que serán agasajados con este delicioso plato, y sobre todo, con la garantía de haber hecho feliz a más de uno con el gusto.

“El cocinero en casa”