Apto para celíacos
Hoy nos vamos a dar un gusto de aquellos
que hacen mucho ruido, un deleite para los sentidos y un apasionado grito de
placer. Vamos a preparar unas mollejas a la provenzal y las acompañaremos con
unas barcas de lechuga rellenas. Para empezar debemos ir a encargar
las mollejas a nuestro carnicero, y le dejaremos claro que pretendemos comer
mollejas de ternera y de corazón, no de papada. La diferencia puede ser mucha,
sobre todo en gusto. Si las mollejas que nos ofrecen tienen un color amarillo pálido,
descártelas inmediatamente, no son mollejas, son ganglios. La molleja que pretendemos
tiene un color rosado claro, recubierta por una fina película membranosa que la
protege, de un tamaño medio de aproximadamente un puño, con una forma
semiovalada y limpia de venas y sangrado. Todo lo demás, master…ja, ja, en fin,
otra cosa que sustituya este delicioso corte llamado a ser un deleite para el
gusto, no es molleja. Vamos a la cocina y nos ponemos mano a la obra, bueno al
guisado. Limpiamos las mollejas de la membrana que la recubre y lavamos con
agua fría. Las cortamos al medio y logramos dos mitades que serán mucho más fáciles
de cocinar y obtener un punto perfecto. Por otro lado preparamos un adobo
provenzal que consistirá en ajo, perejil, sal, pimienta y aceite. Picamos todos
lo ingrediente muy bien y condimentamos las mollejas que dejaremos reposar
mientras iniciamos el preparado de la guarnición.
Lavamos unas hojas de lechuga
criolla, cortamos unas rodajas de tomate, cortamos unas tiras de pimientos
rojos, hervimos unos huevos, escurrimos unas aceitunas y preparamos un poco de
bonito en aceite. Cuando tenemos todos los elementos dispuestos, cortamos el
huevo en discos y para ello nos valemos de un corta huevos para que las rodajas
queden parejas, y ponemos las hojas de lechuga escurridas en un plato. Acomodamos
los ingredientes con un poquito de estéticas y gusto y reservamos sin
condimentar hasta el momento de la presentación.
Terminada la guarnición,
ponemos las mollejas en la plancha para que se cocinen muy parejas. Rectificamos
con sal únicamente cuando las damos vuelta una sola vez. Servimos cada plato a
los integrantes de la mesa, si es que nos han dejado algo para ello y no se han
comido el preparado en el transcurso de la charla, y en este punto tenemos la
satisfacción de la empresa bien terminada y el reconocimiento de los que serán
agasajados con este delicioso plato, que realmente, es exquisito y no tiene
precio.
“El cocinero en casa”
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